"Soy un vampiro, y tras años y años de experiencia aprendí a soportar la luz del sol, los ajos, y las estacas en el corazón."

~Jack Red

04 mayo 2010

Página nº 7 del cuaderno de Pablo

…Papá siempre me decía lo mismo: “Hijo, ojalá tuvieses los huevos de tu padre”. Me llamaba muchas cosas como cobardica, llorón, gallina, niñato, y muchas más palabras feas. Me lo repetía una y otra vez, y aunque intentaba sobreponerme, los capullos de mi cole siempre me cogían a la salida y me daban una paliza sin razón alguna. Luego llegaba a casa con la nariz y el labio rotos, y moratones, una vez me rompieron una costilla. Entonces papá se enfadaba y me gritaba cosas sobre el valor y la fuerza, durante muchísimo rato, a veces parecía que me iba a pegar, le notaba conteniéndose, y como no se atrevía, escupía en el suelo. ¿Eso no es ser un cobarde? Mi mamá le gritaba y le suplicaba que me dejase tranquilo. En realidad yo estaba tranquilo, cuando alguien te recuerda día tras día lo sumamente mierda que eres, te acabas acostumbrando. A veces papá pegaba a mamá en vez de a mí, eso sí me asustaba, prefería que me pegara a mí. Luego se iba diciendo ésa frase: “Ojalá tuvieses los huevos de tu padre”.

Así que un día lo hice. Iba a tener los huevos de mi padre, los iba a tener. Vaya que si los iba a tener. Me levanté antes que ellos, y fui hasta la cocina. Tuve que subirme en un taburete para alcanzar el gigantesco cuchillo con el que mamá hacía la comida, pero cuando volví al suelo con el cuchillo en la mano, me sentí poderoso, sentí que era fuerte, como papá, que tenía huevos. Pero aún así no abandoné mi plan, entré sin hacer ruido en la habitación de papá y mamá, y los encontré desnudos y destapados. Nunca había visto a mi mamá desnuda. Sentí vergüenza. Me armé de valor y me coloqué junto a mi papá, reconozco que tenía un poco de miedo. Sin pensarlo dos veces, clavé el enorme cuchillo en su entrepierna, y al instante se sacudió y gritó como un cerdo. Ese grito hizo que me pitasen los oídos. Mamá se despertó sobresaltada, puso los ojos en blanco, y volvió a dormir. Creo que tiene el sueño más profundo del mundo. Papá intentó levantarse, pero el dolor le precipitó contra el suelo. Dejó caer un trozo de carne sangrante, pero por lo visto sentía demasiado dolor como para abrir los ojos y verlo. Eso me hizo gracia.

Me dirigí hacia él, tome en mis manos la bolsa escrotal que se había desparramado por el suelo, me la llevé a mi habitación, y la metí en una cajita blanca que me regaló mamá por mi cumpleaños. Sonreí, por fin tenía los huevos de mi padre…

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