"Soy un vampiro, y tras años y años de experiencia aprendí a soportar la luz del sol, los ajos, y las estacas en el corazón."

~Jack Red

28 marzo 2011

Sin cero

He ido peor otras veces, destino, créeme, confía lo suficiente en mi 
como para dejarme volver sólo esta noche, o con ella,
déjame ser susurrado por el eterno silencio de una calle vacía,
déjame dar un paseo tranquilo, pensar, dame música, quiero...

Quiero demasiado, siempre lo supe, siempre buscando lo que nunca encuentro,
quiero una melodía suave y repetitiva, que empiece en la menor,
quiero un puñado de palabras que poder recitarme así en bajo para sentir como que me entiendo,
quiero sus labios, tenerlos cerca, poder siquiera rozarlos con mis pensamientos.

Ver su risa revuelta danzar por encima de las mas bellas melodías y pensar,
maldita sea pensar que no necesito más mundo que las cuatro paredes que nos mantienen juntos,
juntar las manos como abriéndonos las fronteras y saber,
saber que nunca dos universos habían estado tan cerca.

Sorprendernos por un momento de esos gestos, pero no dar el brazo a torcer,
los años nos enseñaron a disfrutar de lo que no es nuestro,
y tenemos una piel curtida a base de besos a prueba de agujas,
y una cara de buenos que se nos quita cuando nadie nos ve.

Notar su pulso en mi pecho y poseer ambos dos corazones,
a cada rato temer preguntarnos,
tragarnos las exclamaciones y los suspiros,
y pretender que somos felices dejándonos ir...

A veces pensar en amarla, y sonreír.

26 marzo 2011

Cuento (Ray Loriga)


"Conocí a un chico que era alérgico al polen y al polvo y al serrín y al humo provocado por la combustión de carburantes y a las ensaladas y a los gatos y a las ballenas y a las fibras sintéticas y a uno de cada dos medicamentos. Era uno de esos chicos que no hablan con nadie. Parecía uno de los que viven en campanas de cristal, pero era alérgico a las campanas de cristal, así que tenía que enfrentarse a todas sus alergias. Llevaba sus alergias encima como un viajante de comercio lleva sus maletas. Demostró legalmente que era alérgico a sus padres, así que sus padres tuvieron que darle una pensión vitalicia sin disfrutar a cambio del consuelo de agujerear sus zapatos con sus propias desgracias, además él ni siquiera llevaba zapatos porque era alérgico a la piel y al caucho. Le hicieron unos zapatos de madera pero a él le pareció que era como andar con dos ataúdes chiquititos en los pies, así que los tiró por la ventana. Una chica que pasaba por la calle recogió los zapatos, y como nunca había visto unos zapatos tan raros subió a ver de quién eran. El chico abrió la puerta y la chica entró, los dos se miraron un rato, y los dos eran guapos, y los dos llevaban solos demasiado tiempo, así que se abrazaron un poco a ver qué pasaba y resultó que la chica iba vestida con fibras sintéticas y tenía ojos de gato, y estaba gorda como una ballena y tenía polen en el pelo y serrín en el cerebro y antibióticos en los dedos y ensaladas en la falda y un motor de explosión que le ayudaba a subir las escaleras. El chico se murió con una estúpida y gigante sonrisa de felicidad en la cara.
Cuando me desperté estaba seguro que podía aprender algo de ese sueño pero no sabía qué coño podía ser."
~Ray Loriga

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Hace mucho leí este cuento en el tablón de tuenti de un amigo, y me encantó, así que me informé de si era suyo o no, y si no lo era de quien fuese, y después de un tiempo decidí ponerlo por aquí, para quien quiera compartir la inocente y ligeramente triste risa que me provocó su lectura, y también para tenerlo más a mano, cada vez que quiera leerlo.

25 marzo 2011

Tomémonos algo nuestro

'Tomémonos algo nuestro',
le digo a sus ojos sin mover los labios, y arquea una ceja,
sé que sabe de lo que hablo pero no le gusta jugar a las indirectas,
y me paga con la misma moneda, no diciéndome 'bésame ahora, o haz callar a esa lengua',
acaso lo piensa...

Veo como acorta su mecha a propósito y no de cada abrazo perdido,
que será pedido en su momento con o sin ojos de cordero,
y con o sin lágrimas nos abrazaremos en la noche, como escondiéndonos,
bajo las sábanas, 
con o sin ropa,
acaso importe,
acaso hoy explote...

Quisiera oír de su boca lo que sé que piensa,
para dejar de llamarme estúpido cada vez que la miro a los ojos,
me sirvo de excusas entre signos de interrogación, para acercarme,
y abra su boca o no, responde,
"Cuando es un libro abierto que quiere cerrarse,
y de torpe vergüenza no puede.".

Me pide un par de palabras poesía, 
y las tiene,
y aunque sabe que apenas la veo, también sabe que sé 
que se gira unos grados hacia abajo,
y hunde su cara en la almohada, sonriendo y colorada,
con esta timidez y vergüenza que simplemente se nota.

Y ojalá, le digo, las promesas que nos hicimos,
nos sigan prometiendo, y no promintiendo,
y podamos reírnos de nuestras tonterías,
descubriéndonos nuevas cosquillas,
y revolviéndonos el pelo,
tanto en el cielo de una cama,
como en un infierno de celos.

20 marzo 2011

Atardecer en un zapato

El bodegón era sencillo. La tela de fondo era roja, pero roja más bien tirando a granate, roja oscura, casi como la sangre, pero más apacible, más suave, parecía típica tela que envuelve una amplia y pornográfica cama, con su respectiva dama llena de lujuria invitándote a navegarla, con palabras de deseo que nada tienen que ver con el amor, una trampa para inocentes, un juego para veteranos, sí, de esa clase de rojo hablo. 

Sobre una mesa se situaba el jarrón blanco sin flores, el de las bandas azules en el cuello, sí, el de el asa de perfil, sí, con su tacto frágil e inocente, en contraste con la tela de fondo, sin arrugas, pero con esas sugerentes curvas, a veces tan difíciles de copiar aunque a la vista resulten tan sencillas, está mirando ligeramente hacia la izquierda, sin querer mirarte a la cara, ese jarrón blanco engañoso, cuya piel repleta de sombras y reflejos es todo un laberinto de tonalidades y brillos imposible de superar, largos días pasaras descifrando el misterio del blanco, que no es más que blanco, pero un blanco que refleja todo un mundo ajeno al bodegón, que te lo muestra tan distorsionado que parece burlarse de ti, y para colmo tienes, debes pintarlo. 

A su derecha la clásica botella de vino verde vidrio, vacía, para no variar, y sin etiqueta ninguna, odiando por siempre la publicidad, medio ebria todavía, sólo mirándola puedes percibir un ligero olor a tinto rancio, a resaca. Dentro de ésta se encuentra una rama seca ya, de la que brotan un par de hojas, también secas, caídas, muertas, borrachas quizá. Un divertido pensamiento cruza por mi mente, y pienso que quizá sea esa rama quien se haya bebido la botella. Tampoco es una idea tan descabellada.

Delante de la botella, un poco más hacia la derecha, está la mazorca, una mazorca a lo Van Gogh, tan amarilla como él, desafiando toda realidad con sus desérticos tonos, y su nostalgia, se echa de menos un azul a su lado, un cielo de pájaros negros, un puñado de trigo, un girasol, mimbre, o algo así. Muy familiar, muy rural, enamoraría a cualquier anciano.

El zapato. El zapato delante del jarrón. El zapato de cuero delante del jarrón, a la izquierda de la mazorca. El zapato de niño de hace décadas. Un zapato de cuéntame. Un zapato de cuero de cuéntame, de niño guerra civil, un zapato de franquismo. Ese zapato marrón oscuro, gastado, viejo. Un objeto en el que la juventud y la vejez se fusionan, dando lugar a un sentimiento de nostalgia que no nos pertenece, como si comprendiésemos una pesada vida que no fue la nuestra, un mudo zapato que cuenta mil historias. Es marrón oscuro, no lo olvides, de cuero, de hace décadas, y está delante del jarrón. Mirando a la derecha, no con otra intención de que veas las cicatrices de su costado, dónde se esconden sus cordones, esas costuras aún firmes, esas lágrimas de barro aún en el borde de una gastada suela de goma.

Y el atardecer, o mejor dicho, la manzana, dentro, en la boca del zapato. Lo que pasa es que en el cuadro de ésta mujer la manzana aún no está terminada. En el cuadro de ésta mujer es lo único que falta, aunque me inclino a pensar que la imagen de por sí ya es preciosa. Esa manzana inacabada que parece una ventana hacia un atardecer. Manzana sin sombras degradada del rojo al amarillo, un círculo conceptual puesto sobre la realista pintura, un agujero en el cuadro, que se asoma al atardecer. Atardecer en el que faltan las sombras negras de los pájaros que vuelan hacia el sol, atardecer en el que faltan las colinas y las parejas sentadas en el césped, o un banco, o bajo un árbol, como en un cuento. Atardecer sin música, al que le faltan nubes, un plano atardecer, un atardecer ausente de todo menos del cielo, y a a pesar de, o sobre todo por ello, infinitamente hermoso.

19 marzo 2011

Sentimentología del sonido

Canciones para definir estados de ánimo, sentimientos tan concretos que se ven reflejados en cada cambio de tono, cada melodía, cada palabra, recuerdos con sabor a música y olor a azul. Sinestesia, en cierto modo...

Everybody's gotta learn sometimes - Beck

The days have turned - John Frusciante

Temptation - Moby

One of these mornings - Moby

Cry baby - Janis Joplin

36 Ghosts IV - Nine inch nails

The birth and death of the day - Explosions in the Sky

All along the watchtower - Jimi Hendrix

The frozen world - Emilie Simon

Basic Space - The xx

Six days at the bottom of the ocean - Explosions in the Sky

Who's gonna save my soul - Gnarls Barkley

Details in the fabric - Jason Mraz

Fue tan importante - Shinoflow

Untitled 1 (Vaka) - Sigur Ros

The sound of silence - Simon & Garfunkel

Monochrome - Yann Tiersen

Insomnificante - TagXsit

Cadillac solitario - Loquillo

Black sands - Bonobo

Hallogallo - Neu!

Blue - Eiffel 65

In the air tonight - Phil Collins

Green grass of tunnel - Múm

Scratches - John Frusciante

La vie en rose - Edith Piaf

Aqueous transmission - Incubus

I'm a victim of this song - Pipilotti Rist

Superstar - Sonic Youth

Nantes - Beirut

Stuck on a boat - Port O'Brien

Seaside - The Kooks

Deep water - Portishead

It will follow the rain - The Tallest Man on Earth


Y la lista sigue creciendo...

15 marzo 2011

Dinámica

Ese día, había cinco pájaros posados en el cable de tensión que cruzaba la calle Arbiel, una señora esperaba en la parada número ocho de la línea tres de autobuses dirección Campales, Andresito jugaba con una pelota de goma en el balcón, y su mamá hacía la comida. Un director de instituto despotricaba en la calle al ver la multa que le había puesto un policía local hacía tan solo dieciséis minutos, tres amigos reían en un parque, observados de lejos por Irene, un honrado trabajador cruzaba con prisa un paso de cebra con el muñequito en rojo, un coche daba un frenazo, había que cerrar la ventana de casa de Inés. En el tercero segunda del número veinticuatro de la calle Valencia, Daniel fumaba, y su compañero de piso se despertaba con resaca. En el piso de abajo una mujer llora, y en la azotea María respira libre. Alguien observa las nubes a orillas del río, y otros hacen compras, nadie da ni un céntimo a la anciana que pide arrodillada en la puerta del super. Él sufre una brutal paliza por parte de un grupo de atracadores, y mientras su padre se rasca la barbilla preguntándose cuánto tiempo le queda. Gabriel quiere decirle algo a la chica que ama, pero no se atreve, ella se encuentra en la estación de tren pensando no en Gabriel, sino en Fran, quien en ese momento escribe un sms a Sonia, que pone el móvil en silencio para que no lo oigan en clase. Y otro chaval de esa misma clase se duerme sin querer, y se ríen de el sin que se de cuenta.

Al día siguiente, no había ningún pájaro posado en el cable de tensión que cruzaba la calle Arbiel, quien esperaba en la parada número ocho de la línea tres de autobuses dirección Campales ahora es un estudiante de informática que llega tarde a clase. Andresito ve sus dibujos favoritos mientras huele la carne, su mamá llora de nuevo en la cocina, y en el piso de arriba Daniel fumaba, y su compañero de piso Gabriel de nuevo piensa en Inés, cuyo gato acababa de caer por la ventana abierta de su casa. Un honrado trabajador estaba en la habitación 316 del hospital Santa Catalina con múltiples fracturas, en la habitación 317 hay una anciana desnutrida, y él está en la 318 muerto de rabia, sin cartera, mientras que su padre ya no va a despertar nunca más. Un policía juega con su hija en su día libre, y un director de instituto dimite por estrés. Tres amigos se drogan en casa de uno, Irene se pregunta dónde están. Sonia hace el amor con su novio, pero piensa en Fran, quien ahora mismo visita a su padre en la habitación 318 del hospital Santa Catalina. En el ascensor del número veinticuatro de la calle Valencia, el papá de Andresito se mira al espejo, e intenta ocultar las marcas de los besos de María. Alguien juega a orillas del río con la pelota de goma que se había encontrado en la calle Valencia, mientras que su amigo duerme en el césped, esta vez sin que nadie se ría de él.

Y mientras tanto, otros compran en el super de la calle Arbiel, y nadie observa las nubes...

13 marzo 2011

Deep Waters (Portishead)

I'm drifting in deep waters
Alone with my self doubting again
I try not to struggle this time
For I will weather the storm.


I Gotta remember
Don't fight it
Even if I 
Don't like it
Somehow turn me around.

No matter how far I drift
Deep waters won't scare me tonight.

11 marzo 2011

Incisos e inciensos

En este campo de sábanas quedan los restos rotos de lo que un día fueron despreocupaciones,
y ha pasado mucho tiempo ya desde que abandoné las formalidades,
por tanto educado y no, me dirijo al mundo con franqueza,
y a veces le grito, y otras sinceramente le miento,
porque a veces hay que mentir, como todos sabemos,
como todos callamos,
a veces me abrazo con alegría de la de verdad fluyendo por mi cuerpo,
y elevo la cabeza con fuerza, y en serio me creo fuerte,
y a veces no.


Alguien que sepa leer en mis ojos lo que callan mis palabras... ¿Acaso existe?



En ese cachi usado aún rebosa humo de mi ultima barra de incienso,
de a poco no lo uso, y dejo volar a las cenizas,
no me hubiera importado en el fondo, soy de pocas manías,
no confío en mucha gente, pero confío en unos pocos,
y a veces me apoyo en ellos cansado y con sueño,
y les rindo a sus hombros todas las poesías que me guardé para mí,
para mantenerme de pié.


Adoro ese olor, es tan suave, tan cálido, da la sensación de estar en un hogar...


Suspiros cargados de blues hacen eco por las paredes del patio interior,
confinado,
eterno vigilante.


Quisiera poder compartir un secreto.
Quisiera que lloremos de empatía.
Quisiera una utopía para mi cumpleaños, hay tantas, que a veces pienso que este mundo es el equivocado,
que a veces pienso que en verdad, una, no sería pedir demasiado. Y a veces no.



Acariciar es una ciencia, saber trazar mapas con yemas y uñas, hacer que se erice la piel, dibujar con tinta invisible en el alma a través del cuerpo,
acariciar con toda la mano, con un dedo, con dos,
acariciar con la mirada, no acariciar, no hacer nada,
despertar las ganas, satisfacerlas, buscar tesoros en las dunas de un vientre,
conseguir que el tacto supere a la vista, cerrar los ojos,
cerrar sus ojos,
abrir puertas,
cerrar sus ojos,
y al final, canciones lentas,
a veces un beso, y a veces no.