Me arropo con lo poco que he podido hacer crecer bajo tanto viento y tormenta,
mi abrigo de dignidad, mi orgullo de espuma,
son pocas convicciones las que gobiernan mi timón,
pero tienen que ser firmes
y a la vez dóciles,
si quiero que estas piernas vayan a algún lugar entre las tuyas,
si quiero llevar a este nudo de escalofríos que soy
a poder arroparse con tu piel.
Pero qué voy a enseñarte yo a ti si lo único que hago en esta vida es aguas,
de qué intento convencer a tus miedos con mis cicatrices,
qué pretende esta queja medio llanto
este intento desesperado de robarle protagonismo a tus deseos;
debo parecerte tan estúpido
aquí calentando la mitad de este frío desierto en el que creo soñar contigo
para que no tirites el día que vuelvas a cerrarme los párpados con un beso,
o a hacerme crueles cosquillas bajo la música,
y a desnudarme el alma con nuestras dulces mentiras...
Perdóname por traerte a esta lucha contra el tiempo,
los relojes y yo nunca hemos sido amigos en verdad,
así que cuando llegue el momento, y perdamos,
solo quiero que me beses
—para no tener que lamentarlo—
cinco segundos antes
del final.