"Soy un vampiro, y tras años y años de experiencia aprendí a soportar la luz del sol, los ajos, y las estacas en el corazón."

~Jack Red

26 diciembre 2010

Cuarto casi oscuro

El miedo irracional a la oscuridad que no es sólo cosa de niños manda un saludo en forma de sombra serpenteando por la pared. Al principio es todo negro, pero luego los ojos de uno se acomodan hasta captar el mas leve indicio de luminosidad en la habitación. Entonces estás perdido, cualquier cosa parecerá viva, los contornos no estarán donde les corresponde, fáciles de intuir, sí, pero difíciles de ubicar. Hay un perchero de patas de ciervo que aracnea intentando arañar la pared, y esos malditos puntitos de luz que son sólo flashes de una vista cansada. 

Hay una especie de pájaro negro colgando del techo, será la lámpara, pero aún así desconfías, y empiezas a sudar. Hace frío, pero no un frío cualquiera, sino ese frío que garrapatea ascendiendo por las extremidades y termina en un ligero "clac" en un punto desconocido de la habitación. Y entonces empiezas a intentar descubrir qué pudo haber producido ése sonido, y te consuela la pobre excusa de que puede haber sido la madera dilatándose debido a la calefacción, o alguna tubería, o una bolsa de plástico que no ha terminado de encontrar su postura. La pared parece hecha de escamas que se ondulan y hablan, y parecen surgir ojos y bocas de ella, hablando sin hablar, es decir, moviendo los labios, y los mueves imitándolos, y te das cuenta de que están diciendo tu nombre. El piloto del interruptor brillando de color rojo, rojo infierno, rojo sangre, constantemente parpadeando, sin patrón alguno. Y luego está la mutilada estatua de escayola que te mira desde más allá de las tinieblas con esa mirada de ojos imperturbables y lisos, ausentes de alma, acechando, esperando a que pestañees para avanzar hacia ti, y esa sonrisa de muerte que se arquea en su blanco rostro, como ofreciéndote una sorda confianza que de ningún modo eres capaz de aceptar, inmóvil, horriblemente inmóvil, medio iluminada por la luz de la luna que se cuela por la ventana.

En la noche, todos los ruidos son más fuertes, y uno escucha su propia respiración si está asustado, los latidos de su corazón, y la mosca que revolotea cerquísima de la oreja. Dejas de respirar por un instante sólo para escuchar si en verdad hay alguna presencia más en la habitación, pero entonces te das cuenta de que no tienes la espalda cubierta, de que podría estar ahí mismo, en tu punto ciego, olfateando tu miedo de cerca, a punto de lamerte el lóbulo de la oreja. Decides encender la luz, aunque parezcas paranoico, y lentamente diriges tu mano hacia el interruptor más cercano, procurando hacer el menor ruido posible para que no se de cuenta y se abalance sobre ti antes de que puedas hacer nada. Palpas el plástico.

Clic.

Se hace la luz, y no pasa nada. Parece como si todos esos monstruos y fantasmas se escondiesen entre los muebles, y el cuarto queda en un silencio sepulcral, inocente, pausado, la estatua te mira como preguntándote "¿Qué pasa, tienes miedo?". Tras un par de minutos de calma, te dignas a apagar la luz.

Clic.

Lo has hecho, te arropas hasta arriba, y las puertas de los muebles vuelven a abrir sus bocas, los contornos comienzan su lenta vibración, el perchero vuelve a gesticular, y lentamente, mientras tus pupilas se dilatan para captar la luz, comienzas a ver la maldita estatua siendo bañada poco a poco por la luz lunar, con el gesto fruncido, y su sonrisa de "Te vas a cagar."

25 diciembre 2010

Y si no fuese by ellos


Padres,
digo,
y creo que tengo razón.

Me dí cuenta esta misma noche de que no,
que han librado las mismas guerras que nosotros, 
y cómo no,
han sentido el miedo, y el antojo,
y las lluvias tronando en el pecho,
el querer y no poder,
el poder y no querer,
el poder, querer y no hacer,
el hacer y no poder, el querer poder,
y hacer y no hacer,
han sentido,
cinco sentidos dirigiéndoles en un sólo sentido,
un destino sin sentido, pero qué se yo, si no lo he vivido,
si aún me faltan sus cuarentaymuchos años de clavos,
sus trentaytantos de tristezas,
y sus dieciocho de esperanzas.

Me gustaría que escucharan todo lo que aprendo, 
la música,
los duetos,
los solos,
y las instrumentales,
y que el reverse lo hicieran ellos,
en cintas magnéticas del siglo pasado,
en cd's que ruedan cual coche,
o usbs que rondan sus futuros más próximos.

Los Pixies, Frusciante, Frehel y Piaf,
O'Brien, Youngbloods, Hendrix y Beatles,
Nirvana, Tiersen, Tare, Moby, Los Cartoons,
Mraz,
Simon,
Garfunkel,
Zenet,
Love of Lesbian...

Y mamá escribía, y sólo él le escuchaba, para que yo pudiese leerla, 
y mi hermano la recordase, por otro lado, al igual que yo.

Y papá roncaba mi nombre,
y mira que yo los tenía por tontos, pero no.


"La meta",
página al azar escrita en y a su nombre,
no es abstracta, madre, la composición de la que hablas,
y tienes razón, los instrumentos,
hay que tocarlos para romper las cuerdas,
y tu también vivirás,
y eres feliz,
y estuvimos a tu lado.

Please don't let me hit the ground,
decía la canción,
y yo os lo digo, entendedme,
por favor.

Finjo que no me escuchan sonar,
desde su habitación.

Luchad, os digo,
romped esa cuerda,
yo os ayudaré,
mis vidas, intentadlo,
mi vida intentándolo.

Pues ya lo dijiste ayer
¿Ayer?
El amor es,
es,
lo que sentimos nosotros.

Y ellos dicen:
Hijos...



21 diciembre 2010

5:57 Decadentia

You're sad at all,
eran las palabras que llovían sobre mí en la madrugada este entrelunes, cosa de las seis de la mañana,
hora a la que aún las luces, y sobre todo ellas, están despiertas, cantando sus himnos de desvelos azules,
tiñendo de naranja los charcos, y los ojos de los trasnochadores,
las farolas creen ser estrellas que cayeron del cielo, ya quisieran ser capaces de poner los pies en el suelo,
se cansaron de regalar esperanzas y sueños que no son capaces de cumplir, y mira que lo intentan,
te digo,
mira que lo intentan.

Parece que susurrasen las nubes a través de las calles, con sus voces de huérfanas, teniendo toda la razón, como siempre,
en eso de que no es culpa mía,
"but you're sad at all".

Cuánta calma respira la ciudad cuando ni siquiera es por la mañana,
hasta las luces de navidad parecen querer abrazarte, y los escaparates,
los escaparates ni ganas que tienen de vender sus entrañas,
las puertas, como de costumbre, cerradas,
y las fuentes tumbadas dejan que el agua descanse y suspire pequeñas ondas al son de la lluvia.

Se siente como si el mundo entero rebobinase lentamente, como un puro secreto que sólo los locos y el insomnio conocen,
ver como cada cosa vuelve a su sitio, es como magia, acogedora soledad,
espectador del mundo,
una dimensión alternativa,
un suave momento que sería silencio de no ser por ese tenue sonido dulce y agudo que sale de cada grieta de cada pared, y pareciera que quisiera quedarse junto al oído, que no dentro de él,
como una risa lejana que no alcanzas a averiguar si es real o imaginaria,
con la lejanía más lejos que nunca, y el siempre tímido horizonte escondido tras los edificios,
sin gente, sin ruido,
ciudad en ruinas,
cálida tristeza,
bancos mojados,
árboles que bailan con los ojos cerrados,
¿dónde estarán los pájaros?

Sin gente, sin rumbo,
sólo yo, la ciudad, la noche, la lluvia, la música, el mundo.

Decadentia.



20 diciembre 2010

Recuéntote un cuento

He tenido en mis manos un cielo en la pluma de un pájaro,
un miedo escénico a solas, un cacho dinero, un callo de nadie,
un times square de pijama, una parra de sueños, un bájate,
mi dama de hierro en balcones, mis tronos de aire.

Qué fue de las calles de gatos maullando sin lápices,
qué fue de los buenos humos, qué fue del Jack Daniels,
de los humildes dientes de cobre riendo sin caries,
de la vida que nace llorando por todos sus mártires.

Envidé a las grandes locuras, a las chicas con correfácil,
a las parejas de tres, a las medias naranjas con mi mano más ágil,
me jugué treinta y una caricias a las alas de un ángel,
y perdí como pierden la vida los reos sin cárcel.

Y lloré el azulejo cocina, me salí de frontera,
me pelé el corazón a pedazos de un muñeco de tela,
calcetín en un malo verano, un chaleco de lona,
un turrón de jijona caduco, que huele a cerveza.

Se callaron los mejores hábitos, los niños de fondo,
los nueves de abriles lluviosos, pasados por forro,
las canciones de rap orgullosas de cuarto de baño,
se callaron los ojos de todos tras estos dos años.

Y ojalá que regresen los puedos a este abrigo de lunas,
ojalá que esa estrella esta noche brille como ninguna,
ojalá que la oigas gritar en tus tristes ayunas,
ojalá que la muerte me olvide, sólo tengo una vida,
ojalá me de tiempo a pedirte que entiendas que es tuya.

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Untitled #7 (Dauðalagið) (Canción de la Muerte) - Sigur Ros

17 diciembre 2010

Con un lápiz

Con un lápiz
es capaz de decir todo lo que su boca no dice,
escribe "libertad" en las paredes
con su bufanda roja de rayas,
y sus pintas de no sé a dónde pertenezco
se calla todas esas anormalidades de las que se cree parte,
y sabe de sobra que everybody is gotta learn sometimes.

Cambia su corazón para hablarme
y le hablo como si me necesitase,
"necesito tu música", dice,
esa música que soy yo, y me gusta, en parte, que me necesite,
que me I need you this whole night and day,
y noche,
and day.

14 diciembre 2010

Nobody wants to fuck an angel

A veces es mejor escribir con las luces apagadas, aunque apenas reconozcas las teclas en el teclado, como tachones de bic azul en las pupilas de los transeúntes,
se tapan la boca con las manos,
y los miedos con la ropa.

Están los que caminan así medio agachados,
y las señoras que tienen prisa por hacer la compra,
luego están las papeleras y las corbatas,
y un poco más adelante relojes abrazados a muñecas cruzan la carretera.

Los semáforos sonríen a las embarazadas,
el chocolate se deshace.

Están los nocturnos, los que pasean, los únicos que se enamoran,
y los románticos que se ríen de ellos,
y las princesas riéndose de los románticos,
y los corazones llorando por las princesas.

Están los anuncios y todo lo que no venden,
las almas que son compradas,
hay pianos, flautas,
hay basura, y pasteles,
está el panadero,
la compañera de clase,
está el que está lejos,
y están los huesos.

Están las abuelas que telenovelan y hacen encajes que no encajan en ningún lado,
y está la navidad por ahí, dando la nota, desafinando,
también llueve a veces,
hay charcos,
y hay prendas que cuentan más historias en el suelo que en el cuerpo de la gente,
hay que dejarse caer poco a poco en el mundo,
sorber el frío,
rendirse a las tiritonas,
quitarse los sombreros...

Y están los que ya no están,
y los que están por venir...

Las calles,
los portales inundados de abrazos,
las estaciones de autobuses inundadas de lágrimas,
los restaurantes chinos inundados de amagos,
los puentes inundados de debajos,
las noches de colacaos,
las mañanas de vaho,
y las manos sucias de vacío.

Y es injusto, ¿no?
ver cómo unas canas comen mientras unas calvas se mueren de hambre,
y cómo se pegan los pasos a las suelas de mis zapatos sin compasión,
cómo el tiempo le roba minutos a mi canción.

Pero da igual, porque miedos tenemos todos, los aprendemos a medida que entendemos que nuestra piel es sólo piel y no coraza,
que del pecho a la espalda hay un palmo,
un palmo que se deja lavar con cerveza,
que se recorre en un segundo, es sólo un palmo,
y ahí dentro caben todos los sueños del mundo.

"Y luego está la esperanza,
que es una excusa como cualquier otra para relativizar la tragedia..."
~Silvi-Orión

10 diciembre 2010

Discusión de insectos

Hay canciones que sí que saben lo que es echarla de menos, y no yo, que llego a querer llorar, cada vez que esa nota se junta con esa otra, y crean un aroma que se adhiere a su recuerdo, a esas tardes de camino a no sé dónde, poniendo un límite de diez tequieros al día, un puñado de nieve en lo alto de catedral, un año entero buscándola, y dos meses cortos de sabor a cielo de invierno, cinco de amargura y soledades, desquites y despechos de drogas y lechos que acabaron en un hoy en el que cada ves que oigo palabras como "ansiedad" me entra miedo y me olvido de sonreír por un tiempo. Sólo quiero que mi corazón lata un poquito más despacio, un poquito más lento. No quiero que me regalen seguros de vidas eternas, que no los tenemos, sólo quiero ser capaz de echarme unas cuantas lágrimas si me apetece, de llenar mis pulmones, de reírme del dolor.

Sol

La

Si menor

Mi menor

-¿Cuál es el peor sentimiento? -Le pregunté un día.
-La impotencia -Respondió con seguridad.
-El miedo -Dije yo sin apenas querer quitarle la razón.

09 diciembre 2010

Diciembre perfume (Comer comas III, con Ephemeraldreams)

Fue tan mía por un instante como yo de ella y fue difícil dejar atrás su sueños y sus tristezas y todas esas pesadillas de las que formé parte en su cabeza me arañó mil veces el corazón antes de perderse en mis perezas esas de las que quise siempre deshacerme pero no pude porque siempre fui esclavo de los cojines y de las zetas lo siento le dije lo siento pero no puedo evitar no echarte de menos me olvido y lo sabes y no quiero ser tu infierno no quiero ser tu peor recuerdo ni las lágrimas de tus inviernos no quiero perderte a mi lado prefiero tenerte lejos y aceptaré tus sonrisas como cartas desde el mismísimo cielo ya no puedo decirte te quiero pero quiero que tengas presente que lo grito por dentro cada vez que tus palabras se rompen contra mis tímpanos y cada vez que nuestras mejillas se rozan simulando besos sin labios y saludos sin miedo no me preguntes cómo me va porque si yo te contara no sonreirías y mira que siempre me gustaron tus dientes déjame mantener en secreto mis secretos mis latidos de sobra y mis bultos en el cuello no hables de infartos ni de que quieres morirte porque entonces agacho la cabeza y me entra el miedo se me ensombrecen los ojos y se me cae el alma al suelo y necesitaré ayuda para ponérmela de nuevo pero no te preocupes que siempre estaré dispuesto a tomar un café hasta que pierdas el bus o a quedarme callado a tu lado sólo para sentir la tímida incomodidad de un silencio siempre tendré para ti una bufanda de sobra durante el frío invierno y sonrisas extra para tus descuidos no me des las gracias por invitarte esta ronda pues te debo tantas noches que una cerveza no compensa ni la mitad de tus caricias gracias te doy yo a ti por aguantar oleadas de lágrimas y mentiras por apretar los puños y los dientes ante mi indiferencia y aun así ser capaz de regalarme palabras bonitas y abrazos blanditos que no te olvidaré nunca que no importa lo que no seamos sino lo que fuimos que lo fuimos y eso es lo que importa quedarse con los emoticonos sonrientes y las buenas preguntas y tirar a la basura todos los trapos sucios y frustraciones mirar las nubes que vienen y las estrellas que dejamos atrás y escribirnos sin puntos ni comas que frenen nuestra mirada para poder mirarnos a la cara cualquier día de estos sin que nuestros deseos nos nublen las pupilas.

Distraído pero a la vez inquieto almirante de las noches de verano soñador de melodías de guitarra acompasadas por el ritmo pausado de los besos no fundados ni encomendados a la más dispar que aguarda en callejones atravesando mechones con suspiros entre sábanas pierde los estribos acariciando la piel de su nueva amante y amiga por amar da la vida escribe a sus amigos y amores conservando sus dolores para las botellas de vino abandonado en mitad de solitarias horas pierde el sentido por su más preciada droga que es el bohemio amor capaz de seducir a su arte plasmado en lienzos con trazos delicados simulando un sueño del que cree no salir porque no está satisfecho y no quiere creer que alguien le echa de menos como las caladas con películas y risas de fondo besos huecos conscientes de la locura se deja caer en la amargura cuando alguien le dice que no sueña que no ama porque amar no hace daño sino duele que se vuelve loco y se sorprende de tener ansias de gritar todo lo que guarda dentro de su ser desde que siente que ya no le queda nada atrás y su futuro está presente porque su vida es arte y todo lo demás puede quedarse aparte ignorando que consigue calar hondo y empañar cristales en el alma de esta pobre e inocente cada vez que lee su sonrisa y se da cuenta de que los días de lluvia huelen a gris y vuelven para saber que no cabe tristeza cuando él escucha y observa descaradamente apuntando a la diana de sus pensamientos como si se tratase de una sesión de psicoanálisis improvisada y hacerle preguntarse WTF con cada detalle que ve sacándote de la mierda hasta con la más inocente de sus bromas y paridas porque para él nada es grave cuando piensa que lo único que necesitas es sonreír al horizonte ante las adversidades ante las nieblas de conciencia por las que atraviesan las decepciones aunque esté con el agua encima te invitará a mil conversaciones con cafeína y a emborrachar las emociones con canciones poesías y sabores.

Guerra de disfraces

Me pongo a escribir una vez más, así como quien toma aliento, y escribo
que soy como todos un poco, ¿no?
todos queremos alguna vez ser abrazados desnudos,
o construir chill-outs entre nuestros mundos, callarnos, maldita sea,
mandarnos a tomar por culo, todos queremos querer querernos,
y sin embargo,
no nos queremos.

Por eso cojamos impulso antes de saltar a este campo de piedras, 
piernas rotas emularán las mil tristezas en las que explotará esta guerra,
te darás cuenta de que pocas cosas merecen la pena, pequeña, 
tu vida entre ellas,
y así correremos entre bombas, gritando: "¡Saldremos de esta!" a lo dibujo animado, 
pecando como borregos, borrachos como cosacos, 
nos vestimos de esa forma, 
si, de esa,
en la que queremos ser desnudados.

Nos tomamos de las manos con miedo, y aguantamos los palos, y nos creemos fuertes,
pero no,
sólo es que estamos vivos.

No importa, porque en unos años, podremos ir a atardecer a un banco y decir: "Mira, aquí mismo me detuve tal día a leer un rato".
Y sonreír con la magia de ayer, y las lágrimas de no sé cuándo, 
acordarnos de todos aquellos a los que creíamos estar atados,
y deshacernos a suspiros de nuestra alma de cántaro,
el espíritu de la golosina, cayendo a plomo por el barranco,

¿Lo entenderemos entonces?
Quién sabe, quizá no.

02 diciembre 2010

Nostalgia de días gristes

Jose, amigo.

Me duele no tenerte aquí al lado y no ser capaz de algo más que apuñalar el teclado con mis dedos esperando, qué se yo, que salga algo, tío, que aún te ando esperando aquí empanado como quien dice, qué recuerdos ¿no?

A lo mejor yo no me dí cuenta de lo guapa que era esa chiquilla que pasó a nuestro lado tal día, y da igual, descríbemela, yo fabricaré la empatía, y ambos la habremos visto en un rato, y cómo no, a emborracharnos a cervezas en los recreos, y en un par de risas nos habremos despedido hasta mañana, y parte de lo que me hubieras dicho quedó ahí grabado, porque eres de esos amigos con personalidad pegadiza, y te habré robado frases, lo confieso, y formas de decir las cosas, espero no te importe, cada vez que hablo a través de tus palabras me acuerdo de ti y de tus locuras, del alcohol en el váter de la escuela, de las hamburguesas en el huerto, de las notas finales de bachiller, de París, del quijote, y del profesor de Lengua cuyos chistes no tenían gracia, pero tú te reías, no del chiste, sino de que nadie hacía caso del redoble y platillo imaginario que merecía la cara del pobre hombre.

Siempre fuertes, siempre lo dije. Me acompañabas donde fuese, aunque a regañadientes fuese: Era, y eso era importante. Perdón por intentar clavarte a mi zapato para que caminases de camino a mis pasos, perdóname, en serio, has de ser libre, tanto como cuando me dijiste lo que hay que hacer a veces, empanarse, y dejar que las cosas pasen, y lo hice, mirando a un punto en cuya dirección -te convencí -pasaba algo muy interesante. El ron sin ti sólo sabe a borrachera, y te lo digo con el corazón en el puño, que en estos días grises me faltan tus chistes, dibujar en cualquier mesa, cualquier pared era nuestra, y hasta el lápiz se reía con, y no de nosotros.

Que sí, tío, que sobreviviremos, ambos sabemos lo que vale un beso. Nos lo decíamos acompañados de nadie en mi habitación, sentados cual campeones vagos, birra en mano, esperando una hora exacta, las once y veintidós, para levantarnos. Podíamos decirnos de todo, y lo hicimos, nos conocimos en un hall de instituto, y desde ese día nuestros nombres fueron lo de menos. Ya te lo dije aquella vez, me caes bien no por tu comodidad, sino porque haces lo que haces y punto, no te pido más, con ese orgullo innato tan grande como el ser humano que intentas esconder. Me gustaba caminar a tu lado, un poco por detrás, y poder ver tus pasos delante, y a la vez hablarte en una conversación en la que llorar es lo único que no estaba permitido.

Ahora lo hago, ya ves, quizá porque tu estela se desvió de nuestro destino. Algo me dice que volveremos a estar juntos, no sé, pero como no me lo afirmas, me desanimo, rompo botellas de vino por dentro, rompiéndome yo con ellas. Siempre fuimos cómplices, tío, ¿no te das cuenta? A veces te llenabas de silencios, y te mirabas las manos, esas que tantas espadas han tenido que agarrar, esas que tantos puñetazos contra la pared han necesitado, y no tuvieron. -No pasa nada. -me dice -Lo llevo bien, tengo fuerzas, y la tengo a ella. -Entonces me mirabas y me enseñabas con un gesto que la belleza estaba allá donde la quisieras ver.

Me duele la lengua cada vez que hablo de él, parece que quisiera salir de mi boca y ponerse a escribir todas nuestras anécdotas, a explotar de historias, Y siento el orgullo hervir cuando me demuestras lo bien que te va allí lejos, que eres feliz, amigo, que te salen las cuentas, no necesitas goma ni trapo, ni limpiarte la cara, ni remendar tus deseos, me enorgullece pensar que al menos uno de los dos será quien quiera, y lloro de emoción desde dentro hacia fuera, ese es Joseca. Le pusiste nombre a la alegría, y te la llevaste con tu apellido. Hoy soy el alquimista que convierte recuerdos en leves sonrisas ni la mitad de sinceras que mi mirada cuando tú, sin saber como, las fabricabas de la nada, y me las cosías en la cara.

Hubo un día perezoso en el que le dije que era mi mejor amigo, y se alegró, no sé, me gusta recordarlo.

29 noviembre 2010

Parajes

Todos esos nombres se iban clavando uno por uno en sus entrañas, a algunos los conocía, a otros no, pero todos arrancaban en él un torcido gesto de dolor. Iban saliendo torpemente de la boca del amigo que le acompañaba. Sintió la irrefrenable necesidad de matarlo a puñetazos, pero él no tenía culpa, tan solo estaba leyendo lo que rezaba un pedazo de un viejo periódico local, probablemente el único vestigio de que una vez existieron sobre la tierra. Por fin terminó de recitar la lista de nombres, y el silencio hizo acto de presencia, haciendo compañía al frío que siempre había estado ahí, bueno, no siempre, pero de eso hace ya mucho.

-A todos nos toca la muerte, ¿eh?
-Todos morimos solos.
-¿Ya viene?
-Aún no.
-¿Seguir caminando entonces?
-Eso parece.

Le dio por mirarle a la cara por primera vez en meses. La barba sin afeitar ocultaba todas esas arrugas que seguro poseía, todas esas marcas de hambre, atrapaba los copos de nieve entre el pelo, y la raída capucha arrojaba sombra sobre unos ojos casi ciegos. Ese era su amigo. Ese... era su amigo. Entonces recordó por qué había decidido no volver a mirarle a la cara.

-¿Tienes que leer ese puto trozo de papel cada vez que paramos a descansar?
-Cada vez son más veces.
-Es cierto...
-Es que no quiero olvidarme de ellos.
-Ya da igual
-¿Ya da igual?
-Si...
-¿Te acuerdas de papá?
-...
-Yo... tampoco. Es decir, recuerdo su nombre, pero ya no veo su rostro.
-Su nombre...

Por su parte, la conversación terminó ahí. Se incorporó con esfuerzo y echó un rápido vistazo al vasto campo cubierto de nieve y ceniza que tenían delante. Hacía tiempo que murieron los árboles. Hacía tiempo que el sol no se dejaba ver entre las nubes. Era todo tan gris. Era gris, y tenía hambre.

-André...

No obtuvo respuesta. Se giró.

-Ya te has vuelto a ir, ¿eh, viejo cabrón? Ya ni mi propia imaginación quiere hacerme compañía, hay que joderse. Todos morimos solos ¿eh? ¡Qué gracioso!

Escupió en el suelo, lanzó un par de toses, se guardó el pedazo de periódico en el bolsillo y entre quejidos, prosiguió su viaje.

26 noviembre 2010

Cinco catorce y cero

Hubo una vez cien palabras deseosas de caminar tu piel,
por fuera y por dentro.

Y lo mejor de todo es que hubo una vez
que lo consiguieron.

Hubo una vez, sólo una,
en que soñé despierto con tocarte el corazón con la punta de una flecha
tan fría como la peor, la mejor tarde de invierno.

Hubo una vez, sólo una, en la que creí que era un sueño,
en serio,
la hubo,
es cierto.

Y ahora creo,
que todo esto,
no es más que un delirio de amanecer puesto al fuego,
creo,
y todo lo que creo está sucio, o está muerto,
a excepción de tu recuerdo,
que sigue tan vivo como el ángel que lloró un te quiero,
odiando esas sábanas que le regalaban silencios,

roturas,

pellejos,

sonrisas,

desiertos.

25 noviembre 2010

Am-arte

No usarte sino como lienzo para todas mis obras de arte,
tú el óleo aceitoso de fluídos lubricándote,
y todas tus osadías clavadas en la estaca de las eternidades,
en mi conciencia,
ese lugar a parte, que nunca lograré enseñarte,
a ti, conté del retrato que hice de tus queridas verdades,
dibujaré los deseos que me dijiste en jueves noche, domingo, o martes,
a las veinte y treintaytres, hora de los besos que quise darte
dijiste
"a dónde vas"
y yo
"a buscarte, allá en el fondo de tu garganta, donde me desharé del frío para caminar
sobre el polvo de carboncillo que quede como resto de nuestro desastre,
te buscaré y prometeré esculpírte en vidrios de botellas de vino, una vez me las haya bebido y no me quede otro pincel con el que consolarte,
usaré un lápiz como vehículo,
en la autopista de las oportunidades,
seré el Rembrandt de nuestra historia, retratando cada una de nuestras mitades,
cada segundo,
y correré como un Van Gogh buscando su compañía en una alcoba áspera, y al no encontrarte
lloraré un ángelus de Manet con mi balcón como estandarte,
si me dejases, podría usarte,
como tubo de color de retoque, el usado en la última pincelada de mi tristeza,
como el fuerte del agua de tu nombre grabado en mi corazón, quiero decir aguafuerte,
quiero decir escribir un libro sobre ti que eres arte, que todo lo demás queda a parte,
quiero decir modelarte,
en barro como un anciano, o en plastilina como un infante,
quiero decir frustarme por no conseguirte, y olvidarte,
para poder retomarte con más años de muerte en la mochila,
quiero decir acuarela de lágrimas,
quiero decir que me temples en fresco, sobre un bastidor de mimbre,
esculpirte en madera o en mármol, cual Miguel Ángel, o Berruguete,
quiero decir darle forma a las miradas que lances,
quiero decirte, inspiratriz, al oído, sin que nadie más escuche,
quiero decir
amarte."

18 noviembre 2010

Balas y chalecos

Korver, porque nos estamos volviendo lo mismo, te lo dedico, amigo.

Es algo más común de lo que parece,
ya verás, o si no, dilo diez veces,
verás como crece, y crece, y crece,
ya verás como es una nube negra la que a tu corazón mece,
cual cuna de alambre, cual cama de heces.
A veces
tendrás miedo, pero no lo rechaces,
deja que impregne tus pulmones de suspiros voraces,
deja a tus cinco sentidos caer de bruces,
lo sé, lo aborreces, no lo mereces
pero pasará,
como por un calendario, pasan las cruces.

15 noviembre 2010

Y susurran sus nombres

"Yo que le dediqué un cigarro a todas nuestras intimidades..."


Déjola revolver distancias con su mano de vientos, para así poder tenerla cerca tanto como ella me recuerde cuando está lejos,
espérola con una botella de agua vacía, el estómago lleno, unos cuantos amagos de poesía para aliviar sus deseos,
pregúntola a qué no se atrevería, y me dice "a dejar tu amor en los huesos",
lanza la misma pregunta, y respóndola con silencio roto por siete ecos.

No me atrevería a no soñar contigo esta noche,
ni a menospreciarte, musa,
no me atrevería a dejarte morir de pies fríos esta noche,
con un millón de sueños arropados bajo las sábanas,
no me atrevería a dejarte cargar con mis miedos,
ni a dejarte caer del cielo, estrella,
más bonita que el más bonito de los silencios,
más incluso, que una risa capaz de romperlo,
y más si cabe que unos labios cerrando ese esquema de dientes, y sobre todo,
más que la mirada de sol intercambiada después de eso.

Si sonríes conmigo haré de marco para tus viernes,
si me callas, que lo harás, jugaré a hablarte con las manos en ése idioma de caricias y cosquillas que apenas temes,
si te enfadas conmigo, haré que vueles, y las nubes apagarán tu furia,
y si lloras... si lloras pintaré un retrato de tus lágrimas,
con gotas de lluvia.

09 noviembre 2010

Fuegos de arte-ficio

El cuarto de baño del tercer piso de la facultad de bellas artes, ése lugar muerto de pena que siempre está más limpiado que limpio, inundado de firmas y frases a rotulador semiborradas, algunas interesantes, otras ilegibles, en fin, muchos dejaron su huella allí. Es un buen lugar para echarse un cigarro con dos colegas, cuando uno se ha cansado de esnifar el polvo de carboncillo que se desprende de un ingres pegado a una tabla con cinta de carrocero. Allí siempre atardece, y creo que siempre lo recordaré así. Desde la ventana del rincón del fondo uno puede ver la puesta de sol, últimamente obstaculizada por alguna que otra nube -El invierno... -pienso tras un escalofrío, y en verdad me gusta estar allí, sentado en el radiador, compartiendo alguna que otra chorrada verbal con el Perezoso, o con Juan, con Susy no, mierda, ese es el único baño publico que debería ser unisex.

Fluyen risas cansadas de pies molidos, y se debate cierta línea que conforma el muslo del modelo sentado dentro de clase, y en ese instante sólo piensa en que en unos minutos podrá levantarse de esa silla y ponerse la bata, y ver cómo unos estudiantes de primer año juegan a menospreciar su imagen. Algunos siguen ahí dentro, nosotros tenemos tiempo de sobra. Antes de sombrear el dibujo -dice Juan -sombreemos nuestros pulmones -y no le falta ingenio. El de la barba se ríe y hace un comentario jocoso que apenas recuerdo, pues estaba más concentrado en el intenso naranja del momento. El naranja, ese color que me ha acompañado tanto, que me acabó gustando a la fuerza, y ahora no puedo despegarlo de mis mejores momentos. -Nosotros tambien deberíamos escribir algo -digo, y ellos me entienden, pues en seguida se ponen a mirar las paredes y las puertas, y responden al unísono: Sí, tío.

Qué diez minutos de comodidad efímera. De silencios de lavabos rotos por palabras con eco. El paraíso de quien se ha pasado de pié seis horas. Allí la corriente, la brisa, echa a volar nuestras ganas de cama. Podemos cerrar los ojos y sonreír, mejor que en la mejor playa caribeña, en un invierno que amenaza con llover un día de estos. Se nos adivina la tristeza bajo los párpados, cada uno con un pasado a cuestas que los otros dos ignoran, y tampoco nos importa, en realidad, cada uno que se escriba sus poemas, y que se coma sus mocos negros, no lloraremos por el otro, ya tenemos bastante con nosotros mismos. Nos decimos todo ésto en un segundo y medio de mirarnos a los ojos, pero creo que en el fondo somos fuertes pues seguimos enseñando los dientes y acariciando las paredes, rascándonos las suelas con el suelo, escupiendo por la ventana, y sobre todo aún podemos reírnos de un interruptor arrancado de la pared, colgando, nadie se atrevería a tocarlo.

Es tan íntima esa escena, que sólo le falta un fondo musical en plan 'The days have turned', para ser íntimamente perfecta. A veces nos callamos, pero da igual, porque sabemos que a veces no hay nada que decir, y el silencio es bonito, si se mira con los ojos adecuados, nosotros ya aprendimos a tornarlos, a enfocar la vista, a apreciar ésos detalles, ésas imagenes, y si estamos aquí, es para aprender a expresarlo, a contarlo, aunque estemos callados. A Juan se le mete el humo en el ojo, su cara es un poema, a eso me refiero.

Y el sol se pone, tiramos al váter los cigarros, y bueno, habrá que seguir dibujando, ¿no?

07 noviembre 2010

Cabezazos

Al verte,
las estrellas fugaces piden deseos,
y todos ellos quieren tenerte cerca,
porque sólo con ellos -creen- cumplirán lo que quieren.

Sinceramente,
eres más real que cualquiera de mis utopías,
y me quedo contigo,
porque te convertiste en mi mejor fantasía.

He de decirte,
que me gustan tus besos porque son como llaves,
que abren las puertas de lo que siento,
ahí dentro,
en ésos páramos donde anida el viento,
donde lloran los ángeles,
y ojala me pareciese a ellos en eso,
lágrimas saladas como el mar muerto,
muertas de miedo, tristeza,
digo te quiero sin esperar nada,
lanzo un lo siento que rompe toda la pereza en la que se ahogan mis suelos,
que me tiene en modo rehén contra la almohada,
que sólo alcanzo a tocar el abecedaio con un par de dedos,
y eso es todo lo que hago, y no es nada,
comparado a lo que haces por mí con tu presencia por herramienta,
quiero coser tus noches a mi cama,
y que sean uno
tus bostezos y mis mañanas.

Esnifaría todos esos polvos de hada
para que hiciesen volar todas estas mentiras piadosas,
para que me hiciesen soñar con la vida que envidio,
para que provocasen incendios en mi alma
y que sólo los apagase tu saliva.

Violeta,
le pusieron tu nombre a unas flores,
acaríciate las muñecas, pero no llores,
porque siempre tu sonrisa merecerá canciones,
así que no la borres,
y te regalaré abrazos cálidos como soles,
hasta que nos abran los ojos los amaneceres.

31 octubre 2010

Bus 71

Anoche murió la cordura en brazos de la puta calle.

Se me ocurrió volver a mirar ese sms que me mandó en nochevieja, aún lo tenía, para mi sorpresa, así como todas y cada una de sus risas de ayer, que hoy son descaros y malos comentarios. Parece que después de todo, por alguna razón, también se manchó un poquito de odio el dia que nos fuimos el uno del otro, parece que aún me guarda un misterioso resentimiento, como diciéndome entre líneas: "Pudiste haberlo hecho bien". Que se joda. Hoy me interesan otro tipo de cosas, como escribir una canción borracho, en la pared de mi habitación.

Miénteme
y dime que la vida no sabe a nada,
que es solo un soplo de aire,
que se pierde en su mirada.

A veces pienso -y lo pienso en serio -que he perdido el olor de los recuerdos. Soy incapaz de crear nuevos instantes eternos, sólo tengo los viejos: Mi primera consola, troncos de pino, la forma de su pecho, el frío que hacía fuera de su cama, hamburguesas en el huerto, una bufanda olvidada, caminar a las tres de la mañana con una canción de Albert Pla en el iPod, despertarme con un peta en la mano y una poesía en los oídos, fuegos de artificio en un balcón, el día que le cogí de la mano pero no me atreví a besarla...

Hoy por hoy mi vida es gris, apenas río. Sonrío, sí, pero hasta eso me cuesta, y no hablo con nadie de esto, porque aún no me considero un alma perdida. Llegué a entender que moriré cualquier día, y probablemente teniendo razón en unas pocas cosas, todas esas que nadie entendió. Sé que cuando llegue el día me tocará hacer sólo ese viaje, y seguro que miraré hacia atrás en el camino, porque es lo que hago siempre, aunque lo niegue, hoy que soy sincero lo digo.

Y me dedico a autocompadecerme, consuélome con rimas y besos de mentira, le doy la mano al espejo y le prometo que seré como él algún día, como cuando me enamoraba al más mínimo roce de atención, y no como hoy, como estos días que me la paso preguntándome hasta dónde me llevará la vida, cuántos más cristales tendré que pisar descalzo, dónde está mi premio, en fín, ya sabeis, cosas así.

Fué tan tópico ese 'te quiero como amigo', algo cuya veracidad es inversamente proporcional a cuánto se habla de ello, a cuánto se utiliza como pobre excusa. -Lo siento -le dije -pero dejé olvidada la amistad en tu cartera, el amor en tus bolsillos y la felicidad en tus ojos, así que nunca más esperes que sonría cuando te vea, que no llore cuando te recuerde, o que calle cuando la herida que abriste me duela.

A veces, tantas, odio a todas esas Evas que dicen no creer en el amor, y se la pasan llorando por los labios de su Adán. Pues que sufran, todas, por estúpidas, por hipócritas. Es imposible no creer en el amor, de quien desconfías es de las personas. Perdona que te lo diga, pero no te han roto el corazón, volverás a enamorarte de aquí a tres días, lo que te han roto es la rutina. No digo que no debas estar triste, hay muy pocas cosas más bonitas que estar triste, pero por favor, cuando hables, primero piensa, luego no mientas.

Otras creo ser la única persona de carne en el mundo, luego me doy cuenta de que eso es mentira.

Estoy en un bus de camino al hogar, y me entretengo observando cómo las tontas pero felices gotas se despachurran contra el cristal y juegan a echar carreras transparentes. En eso ando hasta que se me ocurre una última reflexión antes de cerrar la tapa del portátil:

Las personas somos como gotas, nacemos en las nubes, en una incierta calima que nos impide ver más allá de lo que podemos tocar, y sin saberlo nos precipitamos. De pronto llega un momento en que nos sentimos invencibles allá en el cielo, de que podemos con todo, de que somos eternos, pero entonces se terminan las nubes y vemos allí abajo el suelo, el fin hacia el que caemos, inevitable, por más que nades en contra del viento. Se acerca, y le tenemos miedo. Sin embargo, un buen día, miramos en los ojos de los amigos que van a nuestro lado, y aceptamos ese destino. Cuando por fín lo entendemos, tarde o temprano, algunos acabamos aplastándonos contra el cristal de un auto, otros contra el asfalto, o en los paraguas de la gente, o en un muro pintado, o en el cabello de alguien, o en un tejado, o en la boca de un niño que juega a beberse el cielo, quién sabe si en invierno o en verano. Al final, todos acabamos siendo uno, y nos vamos por el desagüe.

28 octubre 2010

San Francisco a mediados de los '60 (Hunter S. Thompson)

"San Francisco a mediados de los ’60: un tiempo y un lugar muy especiales para ser parte de ellos. Tal vez eso significara algo. Tal vez no, a la larga... pero ninguna explicación, ninguna combinación de palabras o de música o de recuerdos puede rozar la sensación de saber que estabas allí, vivo, en ese rincón del tiempo y el mundo. Sea lo que fuera que significase...

Es difícil hablar de La Historia, por todas las mentiras de mierda, pero incluso sin estar seguros de La Historia, parece enteramente razonable pensar que, cada tanto, la energía de toda una generación se condensa en un largo y magnífico instante, por razones que nadie realmente entiende en su momento –y que nunca explican, en retrospectiva, qué es lo que realmente pasó.

Mi recuerdo principal de esa época parece brotar de una o cinco o tal vez cuarenta noches –o madrugadas –cuando salia de Fillmore medio loco y, en lugar de irme a casa, conducía la gran 650 Lightning a través del puente de la bahía a 160 kilómetros por hora, vistiendo pantalones cortos L. L. Bean y una campera de pastor Butte… yendo a fondo por el túnel de La Isla del Tesoro hacia las luces de Oakland y Berkeley y Richmond, sin estar muy seguro de dónde doblar cuando llegara a un retome (siempre quedándome en el peaje, demasiado dado de vueltas como para poner punto muerto mientras buscaba cambio…) pero estando absolutamente seguro de que no importaba qué camino tomara, porque siempre llegaría a un lugar donde la gente estaría tan volada y salvaje como yo lo estaba: no había duda de eso.

Había locura en todas las direcciones, a cualquier hora. Si no era a través de la Bahía, entonces era Golden Gate arriba o bajando la 101 hasta Los Altos o La Honda... Podías hacer saltar chispas en cualquier parte. Había una fantástica sensación universal de que fuera lo que fuera lo que estábamos haciendo estaba bien, que estábamos ganando...

Y eso, creo, era lo principal -esa sensación de victoria inevitable sobre las fuerzas del Mal y de lo Viejo. No en una forma mezquina o militar; no necesitábamos eso. Nuestra energía simplemente prevalecería. No tenía sentido pelear, de nuestro lado o del de ellos. Teníamos todo el impulso; estábamos montados en la cresta de una ola alta y hermosa...

Y ahora, menos de cinco años después, puedes subir a la cima de una colina empinada en Las Vegas y mirar hacia el Oeste, y si sabes mirar casi podrás ver el punto hasta donde llegó el agua, ese lugar en el que la ola finalmente rompió y comenzó a retroceder."

Hunter S. Thompson

Un pequeño mundo llamado tristeza

Hay un lugar en ese pequeño mundo que llaman tristeza, donde brilla en una cuevecita una hoguera,
en lo alto de la montaña,
mientras fuera llueve eternamente la noche,
y llueven estrellas.

A mí me gusta meterme allí dentro de vez en cuando,
al calor de la llama,
sabiendo de la melódica soledad que acecha en cada rincón de ese azul profundo que inunda el paisaje.

Sacar la mano y sentir las gotas golpeando la palma,
tan frías,
tan muertas,
sonreírles,
y sentarme en cualquier roca a contemplar las praderas que nadie habita,
los sueños por los que nadie duerme,
las colinas que nunca fueron escenario ni música en la imaginación de una joven enamorada,
los sauces que lloran su amargura en la más solitaria procesión.

Escribir historias a la luz del fuego,
y muñecos de viento se lleven las hojas.

Allí me quedo hasta ver a los árboles morir de impaciencia,
hasta que de tanto llover se ahogue la tierra,
hasta ver a la luna arrugarse de vieja,
hasta llegar a oír diferentes tipos de silencio,
hasta que los fantasmas de mis recuerdos resucitan
hasta que logro distinguir una lágrima bajo la lluvia
hasta lograr sentir cómo se suceden gradualmente las emociones en mi corazón,
creando ruidos de dentro, y armonías que harían enrojecer de envidia a la mejor canción.

En ese pequeño mundo de eterna noche,
me quedo hasta que sale el sol,
hasta que se enciende la luz en el porche,
y tropiezo con ese fantástico beso,
que dice de todo,
menos adiós.

25 octubre 2010

Ya verás, Saúl

Recuerdo que se llamaba Gonzo. Era una especie de pitbull americano o algo así, al dueño le gutaban los perros grandes, no se qué clase de asqueroso complejo tendría para generar en él la necesidad de presumir de semejante animal. Le gustaba dejarlo suelto en el jardín de su casa, cuya entrada era una enorme puerta de barrotes de hierro que tenía como cerrojo uno de esos antiguas, corredizos, con un agujero donde colocar un candado.

Ese perro estaba loco, y era gigantesco, casi como mi amigo y yo juntos, que por entonces tendríamos diez u once años, no lo recuerdo bien. Joder, las mierdas de ese animal eran más grandes que las de ambos juntas, o eso decía él. A Saúl y a mí nos encantaba colocarnos al otro lado de la puerta y tirarle globos de agua a la enorme bestia, que se volvía loca entre ladridos. Nos burlábamos y cuando el acomplejado de su dueño salía de la casa con la intención de reñirnos (o pegarnos, quién sabe, nunca nos cazó. Para él eramos los "malditos cabrones".) nosotros nos montabamos en nuestras mountain bike, y nos largábamos de allí cagando leches. Y así nos entreteníamos un par de tardes cada semana, durante todo el año. Sí, en aquél pueblo no había mucho que hacer para dos chavales de nuestra edad. Después de la carrerita en bici, siempre nos ibamos a la cooperativa, a esas horas el sitio estaba desierto, y para nosotros era como un santuario, donde la luz del atardecer se mezclaba con la imagen de ese árido paraje de arena seca, yerbajos, y una pradera extensísima que terminaba en una cadena montañosa allá por el horizonte. Nos sentábamos en el suelo de cemento, con la espalda contra la pared que nos daba sombra. Se podían ver los pueblos de alrededor desde allí, y una cuantas casas desperdigadas por todo el lugar. Era perfecto, allí nos sentíamos como en casa, entre palés de madera, montones de tuberías, y silos de pienso enormes tumbados en el suelo. En invierno soliamos meternos dentro de éstos, y hablar allí de nuestras vidas y nuestros sueños, ya sabes, lo que queríamos hacer en el futuro, las chicas que nos gustaban, nos quejábamos de nuestras familias, nos comíamos algunas bolsas de cheetos, nos hacíamos preguntas, nos reíamos, jugábamos a pasarnos una pelota de tenis desgastada, en fin, nos entreteníamos hasta que el sol terminaba de esconderse y ya era hora de marcharse a casa. Muchas veces nos preguntabamos cual era la última excusa que le habíamos puesto a nuestros padres por llegar tarde, se trataba de ver quién era más original. Recuerdo que una vez me contó que le dijo a su madre que había llegado tarde porque una serpiente enorme le cortaba el camino. Es estúpido, pero en aquel momento me hizo tanta gracia que aún hoy puedo escuchar las palabras de Saúl como recien salidas de su boca, con ese tono de voz que ponía cuando quería imitarse a sí mismo días atrás.

Una vez trajo cigarrillos. Se los robó a su madre, y le costó una bronca del copón. Al principio tosimos mucho, hasta que le pillamos el truco, luego todo se quedó en un sentimiento de comodidad y de superioridad ante el mundo, como si estuviésemos en el clímax de nuestras vidas, allí sentados los dos, en la sombra, con todo brillando de un color naranja intenso, entre todos esos tubos de metal, y tablas de madera. A nadie le importaba, y a nosotros no nos importaba todo lo demás, gozábamos de la empatía del otro de una forma especial, como sólo lo hacen los mejores amigos. No necesitábamos más mundo que ese, hasta que llegaba la noche, y se encendía sobre nosotros el único foco en unos cuatrocientos metros a la redonda.

Ese día no había candado en la puerta del jardín de Gonzo, pero entonces no lo sabíamos. Antes de llegar el perrazo ya estaba ladrando y empujando la puerta. Saúl tiró el primer globo, gritando: "¡Gilipollas!", le encantaba usar esa palabra, y la bestia enfureció y gruñó. A mi siempre me dió bastante miedo, y ésta vez no fue menos, no paraba de zarandear la puerta, de amenazarnos de muerte en su idioma de ladridos y dientes. Lancé un globo que le dió de lleno en la cabeza, el perro se alejó gimiendo, pero regresó con fuerza y más iracundo. Fue entonces cuando nos percatamos de que el cerrojo se estaba corriendo poco a poco, y estaba a punto de soltarse. Le dije a Saúl: "¡Corre, que se sale!", él me dijo que me esperase, y lanzó el último globo justo antes de echar a correr hacia su bicicleta. La puerta cedió, y yo ya estaba subido en la mía. Ambos comenzamos a gritar, asustados. Pedaleé lo más fuerte que pude, sin mirar atrás, acojonado, creyendo que la bestia me alcanzaría. No fue así, tras recorrer unos metros noté que no me seguía, NADIE me seguía.

Frené en seco y giré la cabeza.

Demasiado miedo como para moverme, el acomplejado del dueño salió de su casa mientras el sangunario animal estaba destrozando el cuerpo inerte de mi amigo, que se zarandeaba entre sus dientes como si fuese un muñeco. Yo permanecí ahi de pié, completamente en blanco, hasta que la ambulancia llegó. Luego regresé a casa, e improvisé una excusa genial, que casi logré que mi madre se creyese.

-Ya verás cuando se la cuente mañana a Saúl -Pensé, con una sonrisa hueca nadando sobre la almohada -Ya verás.  

23 octubre 2010

R.M.

Míralo, se encarama a los tejados de sus sueños de noche, porque desde allí se ve mejor el cielo, y le gusta leer el mapa de las estrellas, y trazar con él rutas hacia amores imposibles.

Se despierta todos los días con una mueca de sudor en el rostro y los pelos alborotados, mira tú, y no le importa apenas, es de los que a veces piensan que las duchas llegan cuando tienen que llegar, y no cuando las pide el cuerpo, no al menos en ése momento de pies-suelo-frío-abandonar-cama que hace ebullir en su cabeza únicamente la imagen de unos calcetines calentitos.

Y de pies a rastras hacia el espejo, como todas las mañanas que casi son tardes, mediodías los podríamos llamar.

Deja morir unas cuantas legañas ahogadas en agua de grifo, y le reza un poco a ella y a su belleza, pues es lo más parecido a una religión que inunda su mente, sin símbolos ni promesas, sólo unos pocos deseos de verla, suficiente, de todos modos tampoco confía en que eso se cumpla, confiar en un deseo es algo tan peligroso, él lo sabe bien, y a veces siente miedo cuando desea, como si alguien fuese a escucharle y a tergiversar su sentido dándole lo que quiere pero no de la misma forma, de un modo corrupto, distinto, con más contras que pros, arrancándole la felicidad de raíz.

Clava descaradamente las pupilas en el cristal con fondo de estaño, como queriendo romperlo así por las buenas. Recien levantado, todo lo bonito le da lástima, cáusale nostalgia si despierta sólo, piensa constantemente en quemar las cortinas y habla consigo confesándose todo lo que no se atrevió a reconocer anoche, que hay amores que nacen sin hacer ruido, y los hay que dejan sordos con sus gritos y sus portazos.

Y el tío va y mea. Mea para acallar ese picor de vegija y para tirar a la mierda todo ese alcohol y toda esa porquería, y mientras mea piensa en rimas, y no encuentra la perfecta ni la armonía, ni un endecasílabo que regale el más ligero escalofrío. Que se muera, la poesía, por ahora. Ya habrá más días de vientos y derrotas que levanten todo el polvo de olvido y aspereza que hay sobre su corazón para dejar entrever alguna palabra-sonrisa, o algún verso-canción, hoy no será, mañana quizá, da igual. Porque escribir es a veces como el final: no sabes cuándo, pero sabes que llegará.

19 octubre 2010

Apuñálame, sabelotodo

Apuñálame,
porque puede que sea eso de que no sé vivir sin promesas,
o puede que no haya suficientes gritos ya en el mundo,
apuñálame, preciosa,
hazme mudo
vuélveme un recuerdo arrinconado entre tus miedos, acaba conmigo,
como un suspiro acaba con un sueño,
como el vino acaba con el llanto de un mendigo,
apuñálame,
porque si no voy a ir a buscarte, para decirte al oído
no hay mejor momento que ahora -ya sabes, siempre- para estar contigo,
para decirte
mira este cielo, míralo, y mira las estrellas, ¿las ves? ¿ves su belleza? pues te preferiría a ti, antes que a la mejor de todas ellas.

Apuñálame, princesa,
porque pareces no haber llorado suficiente,
con esos ojos manchados, embalse prisión de un océano de lágrimas
donde nace el sol todas las mañanas, y parece mentira,
que tanta nostalgia salga del agua, tanta tristeza,
apuñálame,
porque no quiero que seas tú quien lo haga,
y siempre preferí que mi muerte me diese una sorpresa.

Apuñálame, o te amaré siempre,
y no querrás que eso suceda, créeme,
donde quiero llevarte es un lugar tan alto que nada tendremos que envidiar a la luna,
donde quiero besarte es en todo lugar donde su luz ilumina,
donde quiero ver tu sonrisa es allá donde no exista oscuridad alguna
que haga sombra a tu alegría, Perséfone,
dama de honor de mi muerte, apuñálame,
te lo ruego,
porque tú no querrás hacer este viaje conmigo,
y yo no querré viajar más si no es contigo.

Apuñálame, maga,
con las siete dagas que siempre lanzas sin hacer daño a nadie,
una por cada día de la semana,
una por cada color,
una por cada nota,
una por cada una de tus vidas,
y una por cada uno de mis pecados,
clávamelas todas de golpe, no esperes,
apuñálame,
y por el amor de quien sea, no me compadezcas, no me perdones,
deja que sea yo quien lo haga,
deja que sea yo quien lance la última sonrisa del portal,
el último beso de despedida,
deja que sea yo quien se rompa de golpe cuando cierres la puerta, no sufras,
déjame vivo lo justo para un trago de alcohol,
en el que ahogar
no mis penas
las de los dos,
tú no te muevas,
no,
duerme con ése rostro que ilumina la noche,
abraza tu almohada con más fuerza que a ningún hombre,
sueña con todo eso en lo que soñarás despierta al día siguiente,
pero primero apuñálame,
porque las nubes en las que vuelo están demasiado lejos,
y tú siempre con los pies en el suelo.

Apuñálame,
y ayúdame a tirar mis ansias al vacío,
ayúdame a enterrarme junto a mis soledades,
porque ya sabes,
siempre van conmigo,
ayúdame a pintar soles en el aire, dormido,
ayúdame, de algún modo, a no seguir vivo, sintigo,
ayúdame, y dime en cantos mudos que soy ciego,
ayúdame, sólo hoy a ser -en acto- sincero,
sólo te pido
que me apuñales,
apuñálame,
porque te quiero.

17 octubre 2010

Nostalgia, amor, empatía, taquicardia, pereza

Un día tenemos que hacer botellón a distancia, tío...

Gotas de vino blanco derramadas sobre las sábanas, dispuestas en constelaciones accidentales, como si no quisiesen transmitir ningún mensaje en realidad, y aún así lo tuvieran. Es aquí donde la escasa luz de un flexo colocado contra la pared, en el suelo, se refleja en estas pupilas ciegas de soledad, de tristeza. Es irónico, pienso que quizá siempre me sentí igual, y sé que no es verdad, yo también tuve sueños de esos de los de no querer despertar, y se me ha ido el alma en besos, y todas esas cosas que derrochan felicidad. El señor John suena en mi reproductor, arrancándome esos sentimientos de desesperación ajena que sólo se sienten al contemplar ciertas escenas de despedida, entre punteos desgarrados a dedo loco, despellejándole melodías a una guitarra digna de un abrazo, observo en derredor y veo toda una vida en imágenes y objetos, todo un pasado gastado, inamovible, derrochado...

Érase una vez un poema pegado a estas letras...
En permanente azul, desde la nuca, hasta la mediatriz de sus caderas.

Ella, ella y sus malditas sonrisas, sus giros de tuerca y sus esparavanes, patea mi cabeza con la fuerza con la que un paraguas es roto y arrastrado por el viento, en una noche de tormenta. Ella con sus manías y sus inocentes mentiras, sus posibles dobles vidas y sobre todo sus bucles, sus uñas, sus vergüenzas de pregunta y acertijos de respuesta. Creo que se considera una especie de premio que me he de ganar, o me considera un torpe caminasueños que no es capaz aceptar sus inseguridades, de todos modos qué estúpida. Y no hago más que llorarme de risa, y reírme de miedo, al mismo tiempo, mientras ella me observa a lo lejos, como disimulando sus sentimientos, no caminaré más a su lado porque volverá a marcharse, no es nada nuevo...

-Invítame a una cerveza, y te toco una canción.
-Vale tío, pero no me digas cómo se llama.
-Ella las tiene, la de carrito. -Señala a una hippie que deambula por mitad de la plaza de San Justo -Te espero.

Tengo extraños recuerdos de una noche de juerga, haciéndome sorda compañía entre la ropa usada de ayer, y los prospectos de todos los medicamentos que poseo. Al final apañé un par de cervezas y me quedé escuchando a aquél desconocido que intentaba hacer música, creo que se llamaba David, no lo sé, iba tan borracho que podría haberle contado cosas que ni a mi madre. Y qué importa, mañana sólo se acordará del pringado que le dio alcohol por unos rasgueos, y se fué tan feliz como si no hubiese nada mejor en que invertir dos euros. No me dijo el título de la canción, como le pedí, y por eso recordaré siempre esa escena de escalón de piedra y cerveza, esa voz rota de boca sin dientes, temblorosa de frío -hacían seis tristes grados, qué tacaño es el otoño-, y esos La menores y Fa sostenidos. "Que se joda el fuego", decía, "bastante daño ha hecho"...

-¿Estás bien, tío?
-Sólo un poco nervioso, me va a reventar el pecho.
(Y se ríe)

Me ahoga pensar que mañana podría no despertar, y el mundo seguirá tan virgen y loco como si nunca hubiese puesto el pié en él. Que habrá tres dias de luto y cuatro lágrimas no correspondidas, y nadie se acordará de este loco que escribía cuentos, que coleccionaba aromas de mujeres en un cajón de su escritorio, que echaba de menos de más, y vendía la poesía y el arte por un par de horas de atardecer a orillas del río, o en el huerto. La agonía de verse muerto estando aún vivo, de decir: sucederá en cualquier momento, ahora, ahora, ahora, ahora, y antes de dormir, luego. La evidencial muerte que se esconde tras cada esquina, terror en estado puro a 135 pulsaciones por minuto, la cadena de plata rebotando sobre mi pecho, y yo con la mano en el cuello atento a cada palpitación, para no perdérmela, para asegurarme de seguir latiendo, por si se me olvida escuchar el latido, por si se me olvida que estoy vivo, y por culpa de eso, muero...

Diego, acuérdate de limpiar el baño.

Hago ésta pseudovida bajo una banda sonora de órdenes y pequeños enfados, se me acumulan las cosas. He de arreglar la nevera, limpiar la cocina, poner lavadoras, recoger mi habitación, leerme diez textos, pedir varios perdones, arreglar ciertos horarios, coger apuntes para dos compañeras, mandar unos mensajes, escribirle a un amigo, pintar, tirar la basura, llamar al colega de Oze, olvidarme de un par de chicas, firmar un contrato, fregarme los platos, hacerme con nueva música, he de recoger unos papeles en la oficina de la seguridad social, afeitarme, dormir, devolverle la camisa a Eloy, quedar con Asier, y con Guille un día de estos, comprar pilas, aprender a hacer algo sano para comer, practicar esa nueva canción, en fin, todas esas cosas para las que nunca es ahora el momento...

En fin, qué cansancio.

16 octubre 2010

Espaldas que son poemas

Me cansé de leer miradas indescifrables, sueño mío, atardece -tú- mientras la luna nieva,
llueve de noche -tú- y rompe -tú- las velas,
afuera el fuego que avive la hoguera.

Afuera tú y tus súplicas, tú y tus caderas, tú y tus mentiras chisteras, excusas fronteras,
ver felicidad y no sentir, miedo, perder, sufrir.

Sonrisas desgarros, ¿Por qué las escondes?
¿Por qué tu rechazo susurra mi nombre?
¿Por qué jugamos los juegos de los mayores?
Si nuestros sentimientos son niños,
y nuestras risas pasiones.

¿Que no me importa? ¿Después de todo?
¿Que no me importa tras ahogarme en lodo?
¿Que no me importa tras coserme la boca?
¿Que no me importa aún perdiéndolo todo?
¿Aún revistiendo desgracias? ¿Aún contigo estar sólo?
¿Qué no sentí tus heridas, espaldas, qué no reí, soporté, que no toqué fondo?

Que no te busqué, no,
por tu culpa conozco señales que sólo señalan tu dirección,
por tu culpa tu calle es iglesia,
por tu culpa tu risa es canción,
mis lágrimas ciencia,
mi sangre es alcohol,
no,
no supe encontrarte,
no,
porque tu saludo siempre es adiós.

Si después de meses de histeria,
mis letras siguen oliéndote a esgoísmo,
quizá no sea yo quien se pudra,
quizá tus miedos tristezas, tus deseos perezas hagan lo mismo,
quizá seas tú quien huela,
y no mis treintaysiete poemas forjados en tristura,
en tu nombre,
mis veinte páginas de confesión desnuda,
todas mis almas de repuesto,
todas mis corduras,
todos mis recambios,
todas mis caras más duras,
quizá ellas no esperen tanto como yo esperé que vencieras
a tus seguros sinceros sinceras, verdades efímeras,
por una vez cállate,
por una vez dímelas.

Ya, no me gané un sitio a tu lado,
o quizá siempre lo tuve,
pero tú,
como con todas las cosas en las que creíste y amaste,
a lo mejor de buena gana, a lo mejor sin mala intención,
escondiste a mi presencia mi rincón en tu corazón,
ocultaste tu amor por estética, por voces ajenas, por miedo,
y eso
sin querer,
me dolió

Y por eso
-Quizá-
Adiós.

09 octubre 2010

Por nada, con nadie

Por éste desfile de fantasmas que no hacen más que gritarme al oído lo que sus pechos encierran,
ojalá aclarase sus dudas antes de echar por tierra mis certezas.

Por ser sólo el recipiente de las vísceras que por ella se salieron del cuerpo,
es mano tendida que huye, participa de un amor unilateral a veces.

Por todos los clavos de oro que hizo brotar entre mis dedos y sus risas,
desearía que no me diera menos de lo que mañana fuese a quitarme.

Por hacer sonar el piano de mis esperanzas entonando melodías tuyas, sólo tuyas,
que me hice adicto a tu música y a tu utopía, pero llenaste el suelo de cristales,
robaste mis zapatillas,
y me dijiste amor mío desde el otro lado de la calle.

Cuando llegué hasta donde ti, sólo me diste calcetines,
y dijiste
las botas sólo para los que se las merecen,
o no así,
pero dijiste
esa sangre no es nada que no viese antes,
o no de esa forma,
pero dijiste
te quiero, lejos
o no de ese modo,
pero dijiste
no eres bastante, lo eres todo, pero no suficiente, quizá demasiado
o no con esas palabras,
pero dijiste
aquí los besos son cosa mía, a ti te dejo las ganas,
de la forma más suave
con la que supiste regalarme caricias
y alegrías arrebatarme.

Echo de menos un simple "gracias" por estar ahí y por aguantarme,
un "lo siento" por todo lo que no te mereces y aún así te dí,
un "gracias" por almohada,
un "lo siento" por confundir,
un "gracias" por los mil pedazos de corazón que una vez fueron tuyos, pero me diste,
un "lo siento" por aunque querer no poder sentir,
un "gracias" por canción, por poesía,
un "lo siento" por no entender,
un "gracias" por entregarte
un "lo siento" por huir.

Echo de menos esas dos cosas,
y para que tú no lo hagas yo las diré
antes de que sea tarde,
aquí tienes un GRACIAS,
por nada,
y un LO SIENTO,
aunque con nadie.

05 octubre 2010

Redesconocidos (Fragmento de una dedicatoria)


Aunque sólo fuese por un día, me gustaría desconocerte.

Me gustaría no ser consciente de tu nombre, ni del olor de tu pelo, me gustaría encontrarme de nuevo contigo y fuese como si nunca antes lo hubiésemos hecho. Saber que tengo que encontrarme con alguien y encontrarme contigo en su lugar, pero ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? A veces me gustaría que no supiésemos absolutamente nada del otro, para poder vernos sin todos esos juicios y prejuicios que llevamos tanto tiempo arrastrando, ser de nuevo nuevos en esto, y quizá llegar a pensar en posibles, sin un pasado señalándonos con el dedo.

Ser merecedores de una segunda primera impresión. Volver a descubrir cada curva de tu cuerpo como si nunca hubiese navegado por ellas, con la ilusión y el asombro de los novicios, de los marineros de agua dulce. Como si nunca antes te hubiese visto, que me preguntases mi nombre en una falsa primera vez y te diese uno falso, y que tú hicieses lo mismo. Mentirnos tan dulcemente como al principio, y olvidarnos, o mejor dicho, no recordarnos todos esos instantes amargos que echaron a perder todo un camino sin descubir. Imagínanos, saltando todas esas barreras autoimpuestas sin saber por y para qué las pusimos ahí.

Me gustaría volver a tener esa sensación de estar descubriendo un nuevo mundo, decirte que me dieses tu numero, y me dieses uno falso, y que yo hiciese lo mismo. Pasar nuestro mejor día juntos envueltos en la mejor de las mentiras, sin corromperlo con promesas ni verdades, todo tan perfecto como quisiésemos imaginarlo, todo tan puro y tan nuevo, que sentimos poder reconstruirnos sin límite de posibilidades.

Aunque solo fuese por un día, me gustaría que me desconocieses.


Y que tú te preguntases quién es este chico que te suena tanto, y que juega contigo a inventar el amor. Quién es éste mitad personaje mitad embustero que te persigue incesantemente, pero que tampoco quieres que se marche. Y durante un día causar en ti la más voraz curiosidad, el más irresistible deseo, el miedo más sobrecogedor, y todos esos sentimientos que te hacen sentir viva y real. Que tienes todo un mundo en las manos de otra persona, y que no sabes por qué pero quieres a ese desconocido que te lo ha dado todo sin prometer nada. Sentir que todo eso no puede estar pasando, y que sin embargo pase, que a cada segundo desees un segundo más de su tiempo.


Aunque sólo fuese por un día, me gustaría desconocernos.


Y reírme contigo hasta la nausea, y emborracharme contigo como nunca me emborraché con mi mejor amigo, y practicar ese tipo de sexo que recordaremos toda la vida, cantar a grito pelado canciones que nos sabemos ambos, y ser capaz de sentir cada beso y cada arañazo como si fuese el primero y el último al mismo tiempo. Ser esos dos idiotas a los que todo el mundo envidia sentados en el banco de un parque, tener nuestro idioma y nuestro lenguaje de signos, entendernos con sólo mirarnos y torcer el gesto. Llorar contigo hasta que se nos acaben las lágrimas, y no pensar en errores, no existen, como tampoco existe el tiempo. Que me hagas la mayor putada del mundo para poder perdonarte, y humillarte de la peor manera para luego poder anhelarte con la misma intensidad que si te hubiese perdido.


Veo a esos dos muchachos abrazándose en cualquier portal, y aunque sólo fuese por un día, me gustaría de verdad que fuésemos ellos.