"Soy un vampiro, y tras años y años de experiencia aprendí a soportar la luz del sol, los ajos, y las estacas en el corazón."

~Jack Red

26 diciembre 2010

Cuarto casi oscuro

El miedo irracional a la oscuridad que no es sólo cosa de niños manda un saludo en forma de sombra serpenteando por la pared. Al principio es todo negro, pero luego los ojos de uno se acomodan hasta captar el mas leve indicio de luminosidad en la habitación. Entonces estás perdido, cualquier cosa parecerá viva, los contornos no estarán donde les corresponde, fáciles de intuir, sí, pero difíciles de ubicar. Hay un perchero de patas de ciervo que aracnea intentando arañar la pared, y esos malditos puntitos de luz que son sólo flashes de una vista cansada. 

Hay una especie de pájaro negro colgando del techo, será la lámpara, pero aún así desconfías, y empiezas a sudar. Hace frío, pero no un frío cualquiera, sino ese frío que garrapatea ascendiendo por las extremidades y termina en un ligero "clac" en un punto desconocido de la habitación. Y entonces empiezas a intentar descubrir qué pudo haber producido ése sonido, y te consuela la pobre excusa de que puede haber sido la madera dilatándose debido a la calefacción, o alguna tubería, o una bolsa de plástico que no ha terminado de encontrar su postura. La pared parece hecha de escamas que se ondulan y hablan, y parecen surgir ojos y bocas de ella, hablando sin hablar, es decir, moviendo los labios, y los mueves imitándolos, y te das cuenta de que están diciendo tu nombre. El piloto del interruptor brillando de color rojo, rojo infierno, rojo sangre, constantemente parpadeando, sin patrón alguno. Y luego está la mutilada estatua de escayola que te mira desde más allá de las tinieblas con esa mirada de ojos imperturbables y lisos, ausentes de alma, acechando, esperando a que pestañees para avanzar hacia ti, y esa sonrisa de muerte que se arquea en su blanco rostro, como ofreciéndote una sorda confianza que de ningún modo eres capaz de aceptar, inmóvil, horriblemente inmóvil, medio iluminada por la luz de la luna que se cuela por la ventana.

En la noche, todos los ruidos son más fuertes, y uno escucha su propia respiración si está asustado, los latidos de su corazón, y la mosca que revolotea cerquísima de la oreja. Dejas de respirar por un instante sólo para escuchar si en verdad hay alguna presencia más en la habitación, pero entonces te das cuenta de que no tienes la espalda cubierta, de que podría estar ahí mismo, en tu punto ciego, olfateando tu miedo de cerca, a punto de lamerte el lóbulo de la oreja. Decides encender la luz, aunque parezcas paranoico, y lentamente diriges tu mano hacia el interruptor más cercano, procurando hacer el menor ruido posible para que no se de cuenta y se abalance sobre ti antes de que puedas hacer nada. Palpas el plástico.

Clic.

Se hace la luz, y no pasa nada. Parece como si todos esos monstruos y fantasmas se escondiesen entre los muebles, y el cuarto queda en un silencio sepulcral, inocente, pausado, la estatua te mira como preguntándote "¿Qué pasa, tienes miedo?". Tras un par de minutos de calma, te dignas a apagar la luz.

Clic.

Lo has hecho, te arropas hasta arriba, y las puertas de los muebles vuelven a abrir sus bocas, los contornos comienzan su lenta vibración, el perchero vuelve a gesticular, y lentamente, mientras tus pupilas se dilatan para captar la luz, comienzas a ver la maldita estatua siendo bañada poco a poco por la luz lunar, con el gesto fruncido, y su sonrisa de "Te vas a cagar."

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