"Soy un vampiro, y tras años y años de experiencia aprendí a soportar la luz del sol, los ajos, y las estacas en el corazón."

~Jack Red

27 febrero 2011

Free bird

Disfruta de su presencia y ríe, amigo de camisetas verdes, algún día te pedirá ser libre y espero,
no intento convencerte de nada, sólo espero, 
que estés preparado para su marcha, dolerá, oh sí, mucho,
te hará daño y llenaré meses de histeria, te verá como jaula y no te quedará otra que abrirle la puerta,
verla volar, y echar de menos su nido,
y no digo que sea mala, no, para nada, no es mala, es solo...
libre,
puedes leerlo en sus ojos y en su muñeca izquierda, 
puedes leerlo en sus alas marchitas de ganas,
puedes olerlo en su pelo, aroma de mil lugares en los que jamás estarás,
sólo ha decidido repostar, pero no temas,
sabes que de todos modos ha sido una suerte conocerla,
sé que sabes de todas sus manías y de alguna más que no me habrá contado,
sé que jugasteis a lo que jugamos, que intentó recordar algo, mantener algo,
algún juego de preguntas quizá, o alguna expresión, alguna frase, algo,
siguiente nivel del fractal.

Lo sé...

Lo sé porque yo también estuve allí cuando llovieron los astros sobre los besos,
cuando llenó de su alma mis pulmones,
yo también la vi trepar tan deprisa que crees te dejará atrás y justo va y se gira,
y se ríe, te llama lento y te ayuda a escalar,
yo también la vi ocultar sus miedos y sospeché, y también me regaló los mejores momentos,
yo también, joder, caminé con los dedos su cuerpo, el bache de sus costillas, la cicatriz de su brazo,
surfeé con mis manos su pelo,
yo también la eché de menos más de una vez al día, y la noté distante,
pero también la vi hacer fotos por la ventana una mañana de invierno y mirame 
con esa sonrisa de mil vidas 
y callarme para no estropear esa imagen, 
la vi correr tras el bus en la lluvia y pararse
gritando a tomar por culo el mundo para después coger y besarme,
yo estuve con ella cuando el mundo se nos caía encima mezclado con miedo,
callejeando de noche con el corazón fuera del pecho
cogidos de la mano así de fuerte en las horas más intensas de la noche,
pero estuve con ella al día siguiente riendo en los escalones de piedra de un atardecer salmantino,
lanzando cuadernos al aire y prendas al suelo.

Así que cuando llegue el momento, nada de rodillas al suelo, 
sonríe y dale un abrazo,
después vete, y olvida, sé nuevo,
porque yo perdí tanto esa noche,
que incluso hoy, a veces, la recuerdo,
y me siento incompleto.

26 febrero 2011

Ocre (Comer comas IV)

A veces me gusta oler su pelo cubiertos de noche que ni lo note me impregne de su color por dentro y sonría mejor que en los mejores sueños así cualquiera duerme con todo un mundo muerto de celos alrededor y un concierto de piano sólo para nosotros y nuestras tonterías que ni me oiga susurrar lo que apenas digo para no interrumpir la pelicula nuestra película con nosotros sus protagonistas y espectadores haciendo malabares tras las persianas o que lo note que lo note y se apresure a retener las palabras en su laringe se ve tan mona cuando finje cuando es un libro abierto que no se rinde que quiere cerrarse pero de torpe vergüenza no puede, y tampoco es que quiera pero debe y quien soy yo para forzar tan bella cerradura me limitaré a observar cómo se sube a la risa y como se da a la locura y me encanta verla hacer equilibrios sobre sus dudas porque estoy debajo colocando una red a prueba de roturas y de impactos que se caiga que se caiga le digo que no se hará daño que se lance al vacío que la espero aqui abajo para regalarle unos chistes y unos abrazos y que se ría que me regale la imagen de sus dientes reflejando todos los atardeceres que echa de menos mi corazón que se vuelva el más bello paisaje imagen de recuerdo infinita indeleble imborrable como una sonrisa desde un balcón o una mirada cómplice desde un rincón la echo de menos de broma y en serio y supongo que ella diría lo mismo sin apenas forzar la situación pero sí empujándola un poco para evitar que se duerma el deseo el amor lo que sea que haya que se esconde tras nuestros ojos por miedo a cambiar el patrón de futuro que tanto nos costó y qué importa me digo yo a veces pero bueno así soy yo tiendo a la locura y a derribar mis propios castillos de naipes por eso me callo y evito besar aunque a veces me hago sangre en el alma de tanto aguantar quisiera besarla besarla sin mas y que el mundo se calle y nos de la espalda si quiere que explote de rabia regalarle suavidad de segundos infinitos comodidad de almohadas compartidas seguridad de cuerpos fundidos pasión de lenguas trenzadas amor de miradas palabras de nido utopías y destierros bajo la luz de la nada hablar de todo pregunta tras pregunta en una cálida sinceridad que no da ni la mejor ducha vendernos poesías a cambio de pestañas que cumplen deseos y dejar morir nuestros miedos para que vivan nuestras alegrías quisiera decirle todo esto al oído en una de nuestras mañanas de sol y río o en un atardecer naranja su color favorito arrullados por los tristes alaridos de Frusciante medio dormidos ojalá fuese tan simple pero no quiero cambiar el color de su camino porque en parte no me perdonaría aunque se jacte de aguantar como piedra los enfados hasta diluírlos no me perdonaría un cambio tan drástico nos rompería se rompería les rompería y todos rotos y locos nos precipitaríamos en un vórtice del que tan pocas veces he salido al que no me importaría entrar quizá porque nunca estuve fuera pero no está preparada lo sé lo siento y el futuro hablará y yo escribiré igual que pienso pero no haré nada no por cobardía sino por respeto me morderé los dedos y la esperaré aquí dentro lanzándole flechitas inocentes que no pretendan más que un roce de manos o un par de sinceridades ni siquiera sabe que le pertenecen mis excusas de cine me dijo que le gustaron sin más y sonreí pícaro pensando "y lo que no sabes" en fin ojalá confiemos en nosotros mismos siempre un poco más que en el otro y sepamos mover nuestras fichas en pos de lo que creamos mejor para esta vida el resto solo serán sonrisas y anécdotas que contar a los nietos...

Celda deshilachada, uñas rotas

Quisiera correr lejos hasta que la carrera me acabase matando, caer de bruces y a plomo sobre la tierra,
sin más, tragar polvo, un poco más, quedar solo,
en una cuneta al azar de un día de estos, ser carroña medio viva, para los buitres alimento,
atravesar mis costillas con estas manos de hueso y cortar el fino hilo del que pende mi corazón,
tan inseguro de querer hacerlo como siempre, pero hace calor y se me derrite su piel en los labios,
la tristeza sabe tan dulce, cuando se tiene tan cerca que apenas se distingue de una sonrisa, 
que apenas se fija uno en ella mientras dibuja con el dedo garabatos en su vientre,
pensar que todo eso no es mas que sueño, que mañana se irá, probablemente,
pensar que no quieren creer que amo, que no quieren mis besos ni regalados, 
pensar simplemente en morirme de un infarto mientras voy caminando,
pensar y pensar, y estoy hecho un lío,
e intento deshacerlo poco a poco tras un muro de cristal,
y no lo consigo,
y me aburro,
me desespero,
me rindo...

Hasta el punto de dejarme las fuerzas en el césped, no mover ni un músculo, no pestañear, dejarme invadir poco a poco por el miedo, por la confusión, no luchar por retener las lágrimas, no cerrar la boca, no mirar a nadie, no apartar la vista del sol, quemarme las retinas y no respirar...

No
Querer
Nada

Ya mañana quizá...

21 febrero 2011

Trayectorias

Me emborrachaba con cuidado de no perder el norte, en ese bar inundado de rock y de palabras,
cayéndome loco en cada chiste y saliendo de vez en cuando a respirar aire a San Justo, 
donde con suerte podía encontrarme al punky vendecervezas de la noche, o a la pareja del finde dándose el lote entre dos contenedores.

Lo llaman paraíso,
todos aquellos dueños de sonrisas ebrias 
posadas en bancos de piedra con la mirada ausente
y sin hielo ya en sus copas rebosantes 
rebosantes de ésa tristeza que no le contaron a nadie,
de esas lágrimas que se tragan a espaldas del mundo,
el vello erizado de un frío que ya no sienten, 
las manos agarrotadas de soportar tanto vaso interminable,
y el corazón llorando etanol, agotado por tan lenta pena de muerte.

Entré y la vi,
la vi mirarme entre todas esas cabezas de otros, 
con esos ojos cartógrafos trazando rumbos imposibles hacia los míos,
un segundo de ojos curiosos de un rincón a otro del bar,
que me imbuyeron una vez más de valentía 
media sonrisa de lejos,
que se convirtió en imagen inolvidable
y un cuarto de vaso cargado de ron 
que la despediría, 
hasta otra noche
o hasta otro día.

Me sentí poeta de nuevo al verla caminar sus alegrías por encima de los improperios,
poeta de esos que empuñan versos y lloran escuchando canciones,
de esos que presumen su vida y su banda sonora escribiendo,
de esos que forjan cadenas que se deshacen a base de besos, para amarrarte con ellas a la libertad,
que labran futuros inciertos ladrillo a ladrillo, sentimiento a sentimiento,
que aún creen en el amor,
de esos poetas sin musa que exprimen su corazón en un tintero para tener con qué enamorar a quien no le quiere, 
poeta condenado a morir regalando su aliento,
a cambio de un par de esperanzas, sobre las que poder apoyarse, a modo de bastón.

Me sentí de nuevo,
humilde, 
pequeño, 
tal y como me recordaba,
y eso, qué voy a decir,
me alegró.

14 febrero 2011

Me voy a comprar una planta


Me voy a comprar una planta, y le pondré nombre, quizá le ponga Ganímede, es un nombre que siempre me gustó mucho, precioso, cristalino, celestial. 

Prometo regarla todos los días, y hablarle de vez en cuando para que no se sienta sola, para que crezca fuerte y le contaré secretos y ella me mostrará sus flores me pregunto de qué color serán, si olerán a mis palabras, y de qué forma, seguro esperará ansiosa el sol por las mañanas y cerrará sus pétalos con sueño por la noche, la llevaré al balcón algún día a ver a los transeúntes, ése pedacito de mundo, a la anciana del ático de enfrente, a imaginarse atardeceres detrás de ese edificio, me gustaría que viese el naranja y el azul del cielo desde mi ventana y me contase mientras duermo todo lo que sueña.

Le presentaré a mis amistades, aquellas que tengan la suerte de verla, y a alguna que otra chica que me traiga a casa, para que me conozca en boca de otros y tenga confianza, que no le haré daño cuando le cambie la tierra, y buscaré la maceta más bonita en la que verla crecer, impaciente como yo por tocar el cielo.

Arrancaré con respeto cada hoja seca que deje caer, y le hablaré de los amores pasados que también tuve, le hablaré de entonces, de cuando era feliz, alguna que otra anécdota, del día que lloré tanto hacia dentro que vomité lágrimas, de mis peores borracheras, de mis mejores amigos, le diré que no debe dejarse caer, que es su destino ser fuerte, y que haga crecer sus retoños, que las cicatrices endurecen y algún día serán tronco, que no llore, y que si lo hace, que merezca la pena.

La veré crecer a modo de padre, y me veré reflejado en ella como una hija, y poco a poco, inevitablemente, la veré secarse, e irse, llevándose consigo parte de mí, sé que sonreirá ese día, porque no querrá verme triste, y la dejaré retornar a la tierra de la que salió, en el más personal de los funerales.

Entonces llegará el más enajenado de los ignorantes y me hará sangrar por dentro diciendo: Si solamente era una planta.

Y en parte, tendrá razón.

11 febrero 2011

Un sueño triste

Estábamos en un gimnasio, o algo así, de suelo azul y columna en el medio, nos tenían encerrados, creo, y hacían coreografías. Ella y yo observábamos desde unas colchonetas, y otros se peleaban con espadas de madera.

Después no sé qué pasaba, pero ambos corríamos entre los escombros de un sueño color blanco, negro y turquesa, hacia un edificio, éramos ágiles entre las rocas, y esquivábamos al profesorado, teníamos que robar ropa.

Dentro del edificio, estaba el cesto grande de la ropa, toda la ropa blanca. Cogemos algo, no se si unas camisetas o unos calzoncillos y regresamos corriendo de nuevo por los escombros.

Ahora ella y yo estamos entre unos edificios color salmón. Y me habla de su madre, que trabaja en no sé dónde, viene a buscarla, y se la lleva en el primer tren que pasa. Recuerdo haberle dicho que desde que se fue, cada vez que monto en tren me muerdo los dedos, y se los enseñé, llenos de heridas.

Entonces me monté en el siguiente tren, que me llevó a una estación en las afueras de esa ciudad, donde daba mucho el sol, y me sentía perdido, no había nadie, ni dónde ir.

Más tarde me encontraba en la plaza mayor de Salamanca, vendiendo postales bajo la lluvia, a una anciana con su nieto. Y no recuerdo más.

06 febrero 2011

Susto de muerte

Me despido cada vez como si fuese la última, sólo para retar al destino a que me haga caso, a que tenga los cojones de mandarme fuera del ring de la vida de una vez, en parte con la seguridad de que los planes nunca salen como se piensan, y así, que cada despedida sea una forma de mantenerme en pié un día más. ¿Es para tanto? Me hago esa pregunta todos los días, cada hora, y cada respuesta es diferente, no, si, puede que no, quizá sí, no es normal, le pasa a más gente... Mientras tanto mi reino de posibilidades se reduce a aldeas de precauciones y me encierro, quiero decir, el mundo me encierra en una cárcel de miedo, por haber cometido el crimen de burlarme de la muerte, y es ella ahora la fianza que tarde o temprano pagaré.

Recuerdo una pequeña discusión con una buena amiga, pero decido volver a guardarla en uno de los cajones de mi memoria. No merece la pena removerlo más, en lo que a mí respecta su opinión era una pequeña pincelada verde que pretendía competir con el negro brochazo de la mía, mi color acabaría devorando el suyo, y quizá sólo se pudiese llegar a ver prestando una cercana atención en ese punto concreto de toda la inmensidad, con perspectiva ese verde apenas existiría. No, no lograste convencerme, ni tú ni los que siguieron tus pasos y tus palabras sin conocerlas, o dijeron algo similar. Lo único de lo que me convencéis es de que no habéis pasado descalzos por éste oscuro túnel, de que me habláis desde el otro lado, de que os faltan muchas horas de sudores fríos por vivir, y muchos latidos, fuertes, rápidos, para alcanzar a mi acelerado corazón.

¿De verdad es para tanto? Si, ya te digo que yo también me hago esa pregunta constantemente, y no me hallo, porque soy víctima de un solipsismo tan grande que apenas las palabras me sirven para comunicarme, y constantemente me encuentro a pequeños filósofos de pacotilla que pretenden tranquilizarme con sus teorías en vez de mostrarme una realidad, una jodida realidad. Parece mentira que sea tan difícil encontrar una crudeza de las de llorar por el puro impacto, únicamente están los que evaden la verdad de la muerte con pretextos inseguros y ficticios, y difunden sus plagas morales, sus cánceres de valores allá por donde pasan sus bocas, y continúan queriendo que me crea inmortal, y yo mordiéndome la lengua de rabia ante su casi dogmática ignorancia, pues no pararán hasta que les des la razón.

Lo peor de todo es que quizá, lo único que me pasa, es que envidio su felicidad.