"Soy un vampiro, y tras años y años de experiencia aprendí a soportar la luz del sol, los ajos, y las estacas en el corazón."

~Jack Red

31 octubre 2010

Bus 71

Anoche murió la cordura en brazos de la puta calle.

Se me ocurrió volver a mirar ese sms que me mandó en nochevieja, aún lo tenía, para mi sorpresa, así como todas y cada una de sus risas de ayer, que hoy son descaros y malos comentarios. Parece que después de todo, por alguna razón, también se manchó un poquito de odio el dia que nos fuimos el uno del otro, parece que aún me guarda un misterioso resentimiento, como diciéndome entre líneas: "Pudiste haberlo hecho bien". Que se joda. Hoy me interesan otro tipo de cosas, como escribir una canción borracho, en la pared de mi habitación.

Miénteme
y dime que la vida no sabe a nada,
que es solo un soplo de aire,
que se pierde en su mirada.

A veces pienso -y lo pienso en serio -que he perdido el olor de los recuerdos. Soy incapaz de crear nuevos instantes eternos, sólo tengo los viejos: Mi primera consola, troncos de pino, la forma de su pecho, el frío que hacía fuera de su cama, hamburguesas en el huerto, una bufanda olvidada, caminar a las tres de la mañana con una canción de Albert Pla en el iPod, despertarme con un peta en la mano y una poesía en los oídos, fuegos de artificio en un balcón, el día que le cogí de la mano pero no me atreví a besarla...

Hoy por hoy mi vida es gris, apenas río. Sonrío, sí, pero hasta eso me cuesta, y no hablo con nadie de esto, porque aún no me considero un alma perdida. Llegué a entender que moriré cualquier día, y probablemente teniendo razón en unas pocas cosas, todas esas que nadie entendió. Sé que cuando llegue el día me tocará hacer sólo ese viaje, y seguro que miraré hacia atrás en el camino, porque es lo que hago siempre, aunque lo niegue, hoy que soy sincero lo digo.

Y me dedico a autocompadecerme, consuélome con rimas y besos de mentira, le doy la mano al espejo y le prometo que seré como él algún día, como cuando me enamoraba al más mínimo roce de atención, y no como hoy, como estos días que me la paso preguntándome hasta dónde me llevará la vida, cuántos más cristales tendré que pisar descalzo, dónde está mi premio, en fín, ya sabeis, cosas así.

Fué tan tópico ese 'te quiero como amigo', algo cuya veracidad es inversamente proporcional a cuánto se habla de ello, a cuánto se utiliza como pobre excusa. -Lo siento -le dije -pero dejé olvidada la amistad en tu cartera, el amor en tus bolsillos y la felicidad en tus ojos, así que nunca más esperes que sonría cuando te vea, que no llore cuando te recuerde, o que calle cuando la herida que abriste me duela.

A veces, tantas, odio a todas esas Evas que dicen no creer en el amor, y se la pasan llorando por los labios de su Adán. Pues que sufran, todas, por estúpidas, por hipócritas. Es imposible no creer en el amor, de quien desconfías es de las personas. Perdona que te lo diga, pero no te han roto el corazón, volverás a enamorarte de aquí a tres días, lo que te han roto es la rutina. No digo que no debas estar triste, hay muy pocas cosas más bonitas que estar triste, pero por favor, cuando hables, primero piensa, luego no mientas.

Otras creo ser la única persona de carne en el mundo, luego me doy cuenta de que eso es mentira.

Estoy en un bus de camino al hogar, y me entretengo observando cómo las tontas pero felices gotas se despachurran contra el cristal y juegan a echar carreras transparentes. En eso ando hasta que se me ocurre una última reflexión antes de cerrar la tapa del portátil:

Las personas somos como gotas, nacemos en las nubes, en una incierta calima que nos impide ver más allá de lo que podemos tocar, y sin saberlo nos precipitamos. De pronto llega un momento en que nos sentimos invencibles allá en el cielo, de que podemos con todo, de que somos eternos, pero entonces se terminan las nubes y vemos allí abajo el suelo, el fin hacia el que caemos, inevitable, por más que nades en contra del viento. Se acerca, y le tenemos miedo. Sin embargo, un buen día, miramos en los ojos de los amigos que van a nuestro lado, y aceptamos ese destino. Cuando por fín lo entendemos, tarde o temprano, algunos acabamos aplastándonos contra el cristal de un auto, otros contra el asfalto, o en los paraguas de la gente, o en un muro pintado, o en el cabello de alguien, o en un tejado, o en la boca de un niño que juega a beberse el cielo, quién sabe si en invierno o en verano. Al final, todos acabamos siendo uno, y nos vamos por el desagüe.

28 octubre 2010

San Francisco a mediados de los '60 (Hunter S. Thompson)

"San Francisco a mediados de los ’60: un tiempo y un lugar muy especiales para ser parte de ellos. Tal vez eso significara algo. Tal vez no, a la larga... pero ninguna explicación, ninguna combinación de palabras o de música o de recuerdos puede rozar la sensación de saber que estabas allí, vivo, en ese rincón del tiempo y el mundo. Sea lo que fuera que significase...

Es difícil hablar de La Historia, por todas las mentiras de mierda, pero incluso sin estar seguros de La Historia, parece enteramente razonable pensar que, cada tanto, la energía de toda una generación se condensa en un largo y magnífico instante, por razones que nadie realmente entiende en su momento –y que nunca explican, en retrospectiva, qué es lo que realmente pasó.

Mi recuerdo principal de esa época parece brotar de una o cinco o tal vez cuarenta noches –o madrugadas –cuando salia de Fillmore medio loco y, en lugar de irme a casa, conducía la gran 650 Lightning a través del puente de la bahía a 160 kilómetros por hora, vistiendo pantalones cortos L. L. Bean y una campera de pastor Butte… yendo a fondo por el túnel de La Isla del Tesoro hacia las luces de Oakland y Berkeley y Richmond, sin estar muy seguro de dónde doblar cuando llegara a un retome (siempre quedándome en el peaje, demasiado dado de vueltas como para poner punto muerto mientras buscaba cambio…) pero estando absolutamente seguro de que no importaba qué camino tomara, porque siempre llegaría a un lugar donde la gente estaría tan volada y salvaje como yo lo estaba: no había duda de eso.

Había locura en todas las direcciones, a cualquier hora. Si no era a través de la Bahía, entonces era Golden Gate arriba o bajando la 101 hasta Los Altos o La Honda... Podías hacer saltar chispas en cualquier parte. Había una fantástica sensación universal de que fuera lo que fuera lo que estábamos haciendo estaba bien, que estábamos ganando...

Y eso, creo, era lo principal -esa sensación de victoria inevitable sobre las fuerzas del Mal y de lo Viejo. No en una forma mezquina o militar; no necesitábamos eso. Nuestra energía simplemente prevalecería. No tenía sentido pelear, de nuestro lado o del de ellos. Teníamos todo el impulso; estábamos montados en la cresta de una ola alta y hermosa...

Y ahora, menos de cinco años después, puedes subir a la cima de una colina empinada en Las Vegas y mirar hacia el Oeste, y si sabes mirar casi podrás ver el punto hasta donde llegó el agua, ese lugar en el que la ola finalmente rompió y comenzó a retroceder."

Hunter S. Thompson

Un pequeño mundo llamado tristeza

Hay un lugar en ese pequeño mundo que llaman tristeza, donde brilla en una cuevecita una hoguera,
en lo alto de la montaña,
mientras fuera llueve eternamente la noche,
y llueven estrellas.

A mí me gusta meterme allí dentro de vez en cuando,
al calor de la llama,
sabiendo de la melódica soledad que acecha en cada rincón de ese azul profundo que inunda el paisaje.

Sacar la mano y sentir las gotas golpeando la palma,
tan frías,
tan muertas,
sonreírles,
y sentarme en cualquier roca a contemplar las praderas que nadie habita,
los sueños por los que nadie duerme,
las colinas que nunca fueron escenario ni música en la imaginación de una joven enamorada,
los sauces que lloran su amargura en la más solitaria procesión.

Escribir historias a la luz del fuego,
y muñecos de viento se lleven las hojas.

Allí me quedo hasta ver a los árboles morir de impaciencia,
hasta que de tanto llover se ahogue la tierra,
hasta ver a la luna arrugarse de vieja,
hasta llegar a oír diferentes tipos de silencio,
hasta que los fantasmas de mis recuerdos resucitan
hasta que logro distinguir una lágrima bajo la lluvia
hasta lograr sentir cómo se suceden gradualmente las emociones en mi corazón,
creando ruidos de dentro, y armonías que harían enrojecer de envidia a la mejor canción.

En ese pequeño mundo de eterna noche,
me quedo hasta que sale el sol,
hasta que se enciende la luz en el porche,
y tropiezo con ese fantástico beso,
que dice de todo,
menos adiós.

25 octubre 2010

Ya verás, Saúl

Recuerdo que se llamaba Gonzo. Era una especie de pitbull americano o algo así, al dueño le gutaban los perros grandes, no se qué clase de asqueroso complejo tendría para generar en él la necesidad de presumir de semejante animal. Le gustaba dejarlo suelto en el jardín de su casa, cuya entrada era una enorme puerta de barrotes de hierro que tenía como cerrojo uno de esos antiguas, corredizos, con un agujero donde colocar un candado.

Ese perro estaba loco, y era gigantesco, casi como mi amigo y yo juntos, que por entonces tendríamos diez u once años, no lo recuerdo bien. Joder, las mierdas de ese animal eran más grandes que las de ambos juntas, o eso decía él. A Saúl y a mí nos encantaba colocarnos al otro lado de la puerta y tirarle globos de agua a la enorme bestia, que se volvía loca entre ladridos. Nos burlábamos y cuando el acomplejado de su dueño salía de la casa con la intención de reñirnos (o pegarnos, quién sabe, nunca nos cazó. Para él eramos los "malditos cabrones".) nosotros nos montabamos en nuestras mountain bike, y nos largábamos de allí cagando leches. Y así nos entreteníamos un par de tardes cada semana, durante todo el año. Sí, en aquél pueblo no había mucho que hacer para dos chavales de nuestra edad. Después de la carrerita en bici, siempre nos ibamos a la cooperativa, a esas horas el sitio estaba desierto, y para nosotros era como un santuario, donde la luz del atardecer se mezclaba con la imagen de ese árido paraje de arena seca, yerbajos, y una pradera extensísima que terminaba en una cadena montañosa allá por el horizonte. Nos sentábamos en el suelo de cemento, con la espalda contra la pared que nos daba sombra. Se podían ver los pueblos de alrededor desde allí, y una cuantas casas desperdigadas por todo el lugar. Era perfecto, allí nos sentíamos como en casa, entre palés de madera, montones de tuberías, y silos de pienso enormes tumbados en el suelo. En invierno soliamos meternos dentro de éstos, y hablar allí de nuestras vidas y nuestros sueños, ya sabes, lo que queríamos hacer en el futuro, las chicas que nos gustaban, nos quejábamos de nuestras familias, nos comíamos algunas bolsas de cheetos, nos hacíamos preguntas, nos reíamos, jugábamos a pasarnos una pelota de tenis desgastada, en fin, nos entreteníamos hasta que el sol terminaba de esconderse y ya era hora de marcharse a casa. Muchas veces nos preguntabamos cual era la última excusa que le habíamos puesto a nuestros padres por llegar tarde, se trataba de ver quién era más original. Recuerdo que una vez me contó que le dijo a su madre que había llegado tarde porque una serpiente enorme le cortaba el camino. Es estúpido, pero en aquel momento me hizo tanta gracia que aún hoy puedo escuchar las palabras de Saúl como recien salidas de su boca, con ese tono de voz que ponía cuando quería imitarse a sí mismo días atrás.

Una vez trajo cigarrillos. Se los robó a su madre, y le costó una bronca del copón. Al principio tosimos mucho, hasta que le pillamos el truco, luego todo se quedó en un sentimiento de comodidad y de superioridad ante el mundo, como si estuviésemos en el clímax de nuestras vidas, allí sentados los dos, en la sombra, con todo brillando de un color naranja intenso, entre todos esos tubos de metal, y tablas de madera. A nadie le importaba, y a nosotros no nos importaba todo lo demás, gozábamos de la empatía del otro de una forma especial, como sólo lo hacen los mejores amigos. No necesitábamos más mundo que ese, hasta que llegaba la noche, y se encendía sobre nosotros el único foco en unos cuatrocientos metros a la redonda.

Ese día no había candado en la puerta del jardín de Gonzo, pero entonces no lo sabíamos. Antes de llegar el perrazo ya estaba ladrando y empujando la puerta. Saúl tiró el primer globo, gritando: "¡Gilipollas!", le encantaba usar esa palabra, y la bestia enfureció y gruñó. A mi siempre me dió bastante miedo, y ésta vez no fue menos, no paraba de zarandear la puerta, de amenazarnos de muerte en su idioma de ladridos y dientes. Lancé un globo que le dió de lleno en la cabeza, el perro se alejó gimiendo, pero regresó con fuerza y más iracundo. Fue entonces cuando nos percatamos de que el cerrojo se estaba corriendo poco a poco, y estaba a punto de soltarse. Le dije a Saúl: "¡Corre, que se sale!", él me dijo que me esperase, y lanzó el último globo justo antes de echar a correr hacia su bicicleta. La puerta cedió, y yo ya estaba subido en la mía. Ambos comenzamos a gritar, asustados. Pedaleé lo más fuerte que pude, sin mirar atrás, acojonado, creyendo que la bestia me alcanzaría. No fue así, tras recorrer unos metros noté que no me seguía, NADIE me seguía.

Frené en seco y giré la cabeza.

Demasiado miedo como para moverme, el acomplejado del dueño salió de su casa mientras el sangunario animal estaba destrozando el cuerpo inerte de mi amigo, que se zarandeaba entre sus dientes como si fuese un muñeco. Yo permanecí ahi de pié, completamente en blanco, hasta que la ambulancia llegó. Luego regresé a casa, e improvisé una excusa genial, que casi logré que mi madre se creyese.

-Ya verás cuando se la cuente mañana a Saúl -Pensé, con una sonrisa hueca nadando sobre la almohada -Ya verás.  

23 octubre 2010

R.M.

Míralo, se encarama a los tejados de sus sueños de noche, porque desde allí se ve mejor el cielo, y le gusta leer el mapa de las estrellas, y trazar con él rutas hacia amores imposibles.

Se despierta todos los días con una mueca de sudor en el rostro y los pelos alborotados, mira tú, y no le importa apenas, es de los que a veces piensan que las duchas llegan cuando tienen que llegar, y no cuando las pide el cuerpo, no al menos en ése momento de pies-suelo-frío-abandonar-cama que hace ebullir en su cabeza únicamente la imagen de unos calcetines calentitos.

Y de pies a rastras hacia el espejo, como todas las mañanas que casi son tardes, mediodías los podríamos llamar.

Deja morir unas cuantas legañas ahogadas en agua de grifo, y le reza un poco a ella y a su belleza, pues es lo más parecido a una religión que inunda su mente, sin símbolos ni promesas, sólo unos pocos deseos de verla, suficiente, de todos modos tampoco confía en que eso se cumpla, confiar en un deseo es algo tan peligroso, él lo sabe bien, y a veces siente miedo cuando desea, como si alguien fuese a escucharle y a tergiversar su sentido dándole lo que quiere pero no de la misma forma, de un modo corrupto, distinto, con más contras que pros, arrancándole la felicidad de raíz.

Clava descaradamente las pupilas en el cristal con fondo de estaño, como queriendo romperlo así por las buenas. Recien levantado, todo lo bonito le da lástima, cáusale nostalgia si despierta sólo, piensa constantemente en quemar las cortinas y habla consigo confesándose todo lo que no se atrevió a reconocer anoche, que hay amores que nacen sin hacer ruido, y los hay que dejan sordos con sus gritos y sus portazos.

Y el tío va y mea. Mea para acallar ese picor de vegija y para tirar a la mierda todo ese alcohol y toda esa porquería, y mientras mea piensa en rimas, y no encuentra la perfecta ni la armonía, ni un endecasílabo que regale el más ligero escalofrío. Que se muera, la poesía, por ahora. Ya habrá más días de vientos y derrotas que levanten todo el polvo de olvido y aspereza que hay sobre su corazón para dejar entrever alguna palabra-sonrisa, o algún verso-canción, hoy no será, mañana quizá, da igual. Porque escribir es a veces como el final: no sabes cuándo, pero sabes que llegará.

19 octubre 2010

Apuñálame, sabelotodo

Apuñálame,
porque puede que sea eso de que no sé vivir sin promesas,
o puede que no haya suficientes gritos ya en el mundo,
apuñálame, preciosa,
hazme mudo
vuélveme un recuerdo arrinconado entre tus miedos, acaba conmigo,
como un suspiro acaba con un sueño,
como el vino acaba con el llanto de un mendigo,
apuñálame,
porque si no voy a ir a buscarte, para decirte al oído
no hay mejor momento que ahora -ya sabes, siempre- para estar contigo,
para decirte
mira este cielo, míralo, y mira las estrellas, ¿las ves? ¿ves su belleza? pues te preferiría a ti, antes que a la mejor de todas ellas.

Apuñálame, princesa,
porque pareces no haber llorado suficiente,
con esos ojos manchados, embalse prisión de un océano de lágrimas
donde nace el sol todas las mañanas, y parece mentira,
que tanta nostalgia salga del agua, tanta tristeza,
apuñálame,
porque no quiero que seas tú quien lo haga,
y siempre preferí que mi muerte me diese una sorpresa.

Apuñálame, o te amaré siempre,
y no querrás que eso suceda, créeme,
donde quiero llevarte es un lugar tan alto que nada tendremos que envidiar a la luna,
donde quiero besarte es en todo lugar donde su luz ilumina,
donde quiero ver tu sonrisa es allá donde no exista oscuridad alguna
que haga sombra a tu alegría, Perséfone,
dama de honor de mi muerte, apuñálame,
te lo ruego,
porque tú no querrás hacer este viaje conmigo,
y yo no querré viajar más si no es contigo.

Apuñálame, maga,
con las siete dagas que siempre lanzas sin hacer daño a nadie,
una por cada día de la semana,
una por cada color,
una por cada nota,
una por cada una de tus vidas,
y una por cada uno de mis pecados,
clávamelas todas de golpe, no esperes,
apuñálame,
y por el amor de quien sea, no me compadezcas, no me perdones,
deja que sea yo quien lo haga,
deja que sea yo quien lance la última sonrisa del portal,
el último beso de despedida,
deja que sea yo quien se rompa de golpe cuando cierres la puerta, no sufras,
déjame vivo lo justo para un trago de alcohol,
en el que ahogar
no mis penas
las de los dos,
tú no te muevas,
no,
duerme con ése rostro que ilumina la noche,
abraza tu almohada con más fuerza que a ningún hombre,
sueña con todo eso en lo que soñarás despierta al día siguiente,
pero primero apuñálame,
porque las nubes en las que vuelo están demasiado lejos,
y tú siempre con los pies en el suelo.

Apuñálame,
y ayúdame a tirar mis ansias al vacío,
ayúdame a enterrarme junto a mis soledades,
porque ya sabes,
siempre van conmigo,
ayúdame a pintar soles en el aire, dormido,
ayúdame, de algún modo, a no seguir vivo, sintigo,
ayúdame, y dime en cantos mudos que soy ciego,
ayúdame, sólo hoy a ser -en acto- sincero,
sólo te pido
que me apuñales,
apuñálame,
porque te quiero.

17 octubre 2010

Nostalgia, amor, empatía, taquicardia, pereza

Un día tenemos que hacer botellón a distancia, tío...

Gotas de vino blanco derramadas sobre las sábanas, dispuestas en constelaciones accidentales, como si no quisiesen transmitir ningún mensaje en realidad, y aún así lo tuvieran. Es aquí donde la escasa luz de un flexo colocado contra la pared, en el suelo, se refleja en estas pupilas ciegas de soledad, de tristeza. Es irónico, pienso que quizá siempre me sentí igual, y sé que no es verdad, yo también tuve sueños de esos de los de no querer despertar, y se me ha ido el alma en besos, y todas esas cosas que derrochan felicidad. El señor John suena en mi reproductor, arrancándome esos sentimientos de desesperación ajena que sólo se sienten al contemplar ciertas escenas de despedida, entre punteos desgarrados a dedo loco, despellejándole melodías a una guitarra digna de un abrazo, observo en derredor y veo toda una vida en imágenes y objetos, todo un pasado gastado, inamovible, derrochado...

Érase una vez un poema pegado a estas letras...
En permanente azul, desde la nuca, hasta la mediatriz de sus caderas.

Ella, ella y sus malditas sonrisas, sus giros de tuerca y sus esparavanes, patea mi cabeza con la fuerza con la que un paraguas es roto y arrastrado por el viento, en una noche de tormenta. Ella con sus manías y sus inocentes mentiras, sus posibles dobles vidas y sobre todo sus bucles, sus uñas, sus vergüenzas de pregunta y acertijos de respuesta. Creo que se considera una especie de premio que me he de ganar, o me considera un torpe caminasueños que no es capaz aceptar sus inseguridades, de todos modos qué estúpida. Y no hago más que llorarme de risa, y reírme de miedo, al mismo tiempo, mientras ella me observa a lo lejos, como disimulando sus sentimientos, no caminaré más a su lado porque volverá a marcharse, no es nada nuevo...

-Invítame a una cerveza, y te toco una canción.
-Vale tío, pero no me digas cómo se llama.
-Ella las tiene, la de carrito. -Señala a una hippie que deambula por mitad de la plaza de San Justo -Te espero.

Tengo extraños recuerdos de una noche de juerga, haciéndome sorda compañía entre la ropa usada de ayer, y los prospectos de todos los medicamentos que poseo. Al final apañé un par de cervezas y me quedé escuchando a aquél desconocido que intentaba hacer música, creo que se llamaba David, no lo sé, iba tan borracho que podría haberle contado cosas que ni a mi madre. Y qué importa, mañana sólo se acordará del pringado que le dio alcohol por unos rasgueos, y se fué tan feliz como si no hubiese nada mejor en que invertir dos euros. No me dijo el título de la canción, como le pedí, y por eso recordaré siempre esa escena de escalón de piedra y cerveza, esa voz rota de boca sin dientes, temblorosa de frío -hacían seis tristes grados, qué tacaño es el otoño-, y esos La menores y Fa sostenidos. "Que se joda el fuego", decía, "bastante daño ha hecho"...

-¿Estás bien, tío?
-Sólo un poco nervioso, me va a reventar el pecho.
(Y se ríe)

Me ahoga pensar que mañana podría no despertar, y el mundo seguirá tan virgen y loco como si nunca hubiese puesto el pié en él. Que habrá tres dias de luto y cuatro lágrimas no correspondidas, y nadie se acordará de este loco que escribía cuentos, que coleccionaba aromas de mujeres en un cajón de su escritorio, que echaba de menos de más, y vendía la poesía y el arte por un par de horas de atardecer a orillas del río, o en el huerto. La agonía de verse muerto estando aún vivo, de decir: sucederá en cualquier momento, ahora, ahora, ahora, ahora, y antes de dormir, luego. La evidencial muerte que se esconde tras cada esquina, terror en estado puro a 135 pulsaciones por minuto, la cadena de plata rebotando sobre mi pecho, y yo con la mano en el cuello atento a cada palpitación, para no perdérmela, para asegurarme de seguir latiendo, por si se me olvida escuchar el latido, por si se me olvida que estoy vivo, y por culpa de eso, muero...

Diego, acuérdate de limpiar el baño.

Hago ésta pseudovida bajo una banda sonora de órdenes y pequeños enfados, se me acumulan las cosas. He de arreglar la nevera, limpiar la cocina, poner lavadoras, recoger mi habitación, leerme diez textos, pedir varios perdones, arreglar ciertos horarios, coger apuntes para dos compañeras, mandar unos mensajes, escribirle a un amigo, pintar, tirar la basura, llamar al colega de Oze, olvidarme de un par de chicas, firmar un contrato, fregarme los platos, hacerme con nueva música, he de recoger unos papeles en la oficina de la seguridad social, afeitarme, dormir, devolverle la camisa a Eloy, quedar con Asier, y con Guille un día de estos, comprar pilas, aprender a hacer algo sano para comer, practicar esa nueva canción, en fin, todas esas cosas para las que nunca es ahora el momento...

En fin, qué cansancio.

16 octubre 2010

Espaldas que son poemas

Me cansé de leer miradas indescifrables, sueño mío, atardece -tú- mientras la luna nieva,
llueve de noche -tú- y rompe -tú- las velas,
afuera el fuego que avive la hoguera.

Afuera tú y tus súplicas, tú y tus caderas, tú y tus mentiras chisteras, excusas fronteras,
ver felicidad y no sentir, miedo, perder, sufrir.

Sonrisas desgarros, ¿Por qué las escondes?
¿Por qué tu rechazo susurra mi nombre?
¿Por qué jugamos los juegos de los mayores?
Si nuestros sentimientos son niños,
y nuestras risas pasiones.

¿Que no me importa? ¿Después de todo?
¿Que no me importa tras ahogarme en lodo?
¿Que no me importa tras coserme la boca?
¿Que no me importa aún perdiéndolo todo?
¿Aún revistiendo desgracias? ¿Aún contigo estar sólo?
¿Qué no sentí tus heridas, espaldas, qué no reí, soporté, que no toqué fondo?

Que no te busqué, no,
por tu culpa conozco señales que sólo señalan tu dirección,
por tu culpa tu calle es iglesia,
por tu culpa tu risa es canción,
mis lágrimas ciencia,
mi sangre es alcohol,
no,
no supe encontrarte,
no,
porque tu saludo siempre es adiós.

Si después de meses de histeria,
mis letras siguen oliéndote a esgoísmo,
quizá no sea yo quien se pudra,
quizá tus miedos tristezas, tus deseos perezas hagan lo mismo,
quizá seas tú quien huela,
y no mis treintaysiete poemas forjados en tristura,
en tu nombre,
mis veinte páginas de confesión desnuda,
todas mis almas de repuesto,
todas mis corduras,
todos mis recambios,
todas mis caras más duras,
quizá ellas no esperen tanto como yo esperé que vencieras
a tus seguros sinceros sinceras, verdades efímeras,
por una vez cállate,
por una vez dímelas.

Ya, no me gané un sitio a tu lado,
o quizá siempre lo tuve,
pero tú,
como con todas las cosas en las que creíste y amaste,
a lo mejor de buena gana, a lo mejor sin mala intención,
escondiste a mi presencia mi rincón en tu corazón,
ocultaste tu amor por estética, por voces ajenas, por miedo,
y eso
sin querer,
me dolió

Y por eso
-Quizá-
Adiós.

09 octubre 2010

Por nada, con nadie

Por éste desfile de fantasmas que no hacen más que gritarme al oído lo que sus pechos encierran,
ojalá aclarase sus dudas antes de echar por tierra mis certezas.

Por ser sólo el recipiente de las vísceras que por ella se salieron del cuerpo,
es mano tendida que huye, participa de un amor unilateral a veces.

Por todos los clavos de oro que hizo brotar entre mis dedos y sus risas,
desearía que no me diera menos de lo que mañana fuese a quitarme.

Por hacer sonar el piano de mis esperanzas entonando melodías tuyas, sólo tuyas,
que me hice adicto a tu música y a tu utopía, pero llenaste el suelo de cristales,
robaste mis zapatillas,
y me dijiste amor mío desde el otro lado de la calle.

Cuando llegué hasta donde ti, sólo me diste calcetines,
y dijiste
las botas sólo para los que se las merecen,
o no así,
pero dijiste
esa sangre no es nada que no viese antes,
o no de esa forma,
pero dijiste
te quiero, lejos
o no de ese modo,
pero dijiste
no eres bastante, lo eres todo, pero no suficiente, quizá demasiado
o no con esas palabras,
pero dijiste
aquí los besos son cosa mía, a ti te dejo las ganas,
de la forma más suave
con la que supiste regalarme caricias
y alegrías arrebatarme.

Echo de menos un simple "gracias" por estar ahí y por aguantarme,
un "lo siento" por todo lo que no te mereces y aún así te dí,
un "gracias" por almohada,
un "lo siento" por confundir,
un "gracias" por los mil pedazos de corazón que una vez fueron tuyos, pero me diste,
un "lo siento" por aunque querer no poder sentir,
un "gracias" por canción, por poesía,
un "lo siento" por no entender,
un "gracias" por entregarte
un "lo siento" por huir.

Echo de menos esas dos cosas,
y para que tú no lo hagas yo las diré
antes de que sea tarde,
aquí tienes un GRACIAS,
por nada,
y un LO SIENTO,
aunque con nadie.

05 octubre 2010

Redesconocidos (Fragmento de una dedicatoria)


Aunque sólo fuese por un día, me gustaría desconocerte.

Me gustaría no ser consciente de tu nombre, ni del olor de tu pelo, me gustaría encontrarme de nuevo contigo y fuese como si nunca antes lo hubiésemos hecho. Saber que tengo que encontrarme con alguien y encontrarme contigo en su lugar, pero ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? A veces me gustaría que no supiésemos absolutamente nada del otro, para poder vernos sin todos esos juicios y prejuicios que llevamos tanto tiempo arrastrando, ser de nuevo nuevos en esto, y quizá llegar a pensar en posibles, sin un pasado señalándonos con el dedo.

Ser merecedores de una segunda primera impresión. Volver a descubrir cada curva de tu cuerpo como si nunca hubiese navegado por ellas, con la ilusión y el asombro de los novicios, de los marineros de agua dulce. Como si nunca antes te hubiese visto, que me preguntases mi nombre en una falsa primera vez y te diese uno falso, y que tú hicieses lo mismo. Mentirnos tan dulcemente como al principio, y olvidarnos, o mejor dicho, no recordarnos todos esos instantes amargos que echaron a perder todo un camino sin descubir. Imagínanos, saltando todas esas barreras autoimpuestas sin saber por y para qué las pusimos ahí.

Me gustaría volver a tener esa sensación de estar descubriendo un nuevo mundo, decirte que me dieses tu numero, y me dieses uno falso, y que yo hiciese lo mismo. Pasar nuestro mejor día juntos envueltos en la mejor de las mentiras, sin corromperlo con promesas ni verdades, todo tan perfecto como quisiésemos imaginarlo, todo tan puro y tan nuevo, que sentimos poder reconstruirnos sin límite de posibilidades.

Aunque solo fuese por un día, me gustaría que me desconocieses.


Y que tú te preguntases quién es este chico que te suena tanto, y que juega contigo a inventar el amor. Quién es éste mitad personaje mitad embustero que te persigue incesantemente, pero que tampoco quieres que se marche. Y durante un día causar en ti la más voraz curiosidad, el más irresistible deseo, el miedo más sobrecogedor, y todos esos sentimientos que te hacen sentir viva y real. Que tienes todo un mundo en las manos de otra persona, y que no sabes por qué pero quieres a ese desconocido que te lo ha dado todo sin prometer nada. Sentir que todo eso no puede estar pasando, y que sin embargo pase, que a cada segundo desees un segundo más de su tiempo.


Aunque sólo fuese por un día, me gustaría desconocernos.


Y reírme contigo hasta la nausea, y emborracharme contigo como nunca me emborraché con mi mejor amigo, y practicar ese tipo de sexo que recordaremos toda la vida, cantar a grito pelado canciones que nos sabemos ambos, y ser capaz de sentir cada beso y cada arañazo como si fuese el primero y el último al mismo tiempo. Ser esos dos idiotas a los que todo el mundo envidia sentados en el banco de un parque, tener nuestro idioma y nuestro lenguaje de signos, entendernos con sólo mirarnos y torcer el gesto. Llorar contigo hasta que se nos acaben las lágrimas, y no pensar en errores, no existen, como tampoco existe el tiempo. Que me hagas la mayor putada del mundo para poder perdonarte, y humillarte de la peor manera para luego poder anhelarte con la misma intensidad que si te hubiese perdido.


Veo a esos dos muchachos abrazándose en cualquier portal, y aunque sólo fuese por un día, me gustaría de verdad que fuésemos ellos.

02 octubre 2010

Señorita ballantines con naranja verde (Comer comas II)

Está más desnuda cuando es sincera como si el miedo sólo fuese superficial y algo dentro de ella golpease esa puerta blindada creando ecos que no son sino besos que me da a las puertas de un cuarto de baño con un fondo musical de gente pasando y mirando curiosos callados borrachos bailando me muero de sed de sus labios y lo sabe y me da vasos y vasos y copas y la mejor cerveza o ron no se compara a su tacto sus uñas clavándoseme hasta el corazón y abro un ojo y veo el monigote del baño para hombres abro un oido y oigo cualquier pachanga o cualquier grito y lo ignoro porque toda mi atención se la ha llevado su lengua y probablemente se arrepentirá mañana pero eso aún no ha llegado disfruta disfruta que ahora lo tienes que se escapará y no podrás evitarlo me digo y me miento pues sé que ella desea verme aunque no quiera pensarlo y aprovechará una brecha de días y momentos para tumbarse a mi lado con cualquier excusa que no sea la de echarme de menos y es tan obvio tan cierto que me lo creo sin pruebas y sin investigaciones sin mierdas de esas que lo tiran todo por tierra me callaré y no diré nada pues las palabras son piedras y las piedras son baches sobre todo con ella quien corre y corre mirando hacia atrás y no hacia delante y tropieza sin remedio y desde hace mucho tiempo teme por sus rodillas teme a las heridas y me teme y se va pero vuelve y quiero que vuelva y volverá pero para que vuelva tiene que irse y la dejo que camine libre sabe que la esperaré siempre y sé que siempre querrá verme yo la quiero como a nadie me he arrancado el alma y el cuerpo por ella y no entiende que el daño es cosa de ambos que no hay quien disfrute ni quien padezca que los dos lo hacemos a ratos a veces tanto lejos como cerca.

Deja que note esa simpatía como flechas que no hacen daño como avisos como guiños desde lejos me rie hasta la gracia más estúpida y eso de que quiero convertirla en mi compañera de borracheras es tan solo una excusa y sé que lo sabe o lo intuye pero tampoco lo niega y me lo tomo como una invitación porque es lo que siempre hago exagerar confianzas y después pedir perdones desde siempre he pensado que es preciosa y ese lunar en su mejilla actúa cual agujero negro absorbiendo mis miradas y mis pensamientos se me caen deslices a su lado y sé que la oportunidad es mínima pero lo que digo ella nunca lo niega nunca dijo que no nunca le pregunté nada pero lo vió vió como se me cayó un poco de amor manchando sus faldas y la disculpa es inútil por ahora porque su única reacción fue sonrojarse y dos o tres carcajadas me hace gracia me dice estoy enferma y podría contagiarte pero eso es simplemente porque premoniza lo que vendrá a continuación porque intuye un contacto y no le hace asco solo me avisa de que tenga cuidado porque podría subirme la fiebre la temperatura y me derrito con facilidad podría hacerme daño y es que es afilada hasta por el mango pero como amante de los pequeños riesgos me lanzo y espero a que ella haga lo mismo me llame me diga ven conmigo que necesito un loco con quien cometer locuras y cuando ya no podamos ni con nuestros pies regresar a casa de lado a lado como dos almas perdidas que por fin se encontraron.

Se la ve dulce y frágil y puede que sea mentira que tras esa apariencia de niña se esconda un alma de piedra se que me engaño a mi mismo teniendo especial cuidado con ella como si se fuese a romper o algo y puede que ya esté rota y por es quiera arreglarlo porque es como una bella figura hecha pedazos prohibido caminar descalzo de todos modos yo la rodeo con el brazo para que vea que no soy un loco obseso que soy una mano tendida que quiere ayudarla a salir de un barro incierto que no la conozco que no se quien es y eso quiero no besos no camas no sueños solo un quid pro quo de conocimiento que me gusta pero no la quiero y no sé debo tener algo con las chicas con el pelo de colores pero vamos que yo a lo mio y el resto al resto se me acerca como pidiendo conversacion movimiento algo y no lo hagas pequeña que puedes ser tú quien se haga daño que mi vida es rápida es movimiento aunque parezca ir con la calma de las estrellas que no te gustará como primera impresión esta carrera de calles y muelas que es un mundo loco y hay que acostumbrarse poco a poco te lo digo aunque no me creas aunque sepas lo que sabes y creas que no hay más y que eso es todo no es así pero no temas que el tiempo es largo y la vida deseos por eso desea y desea pero no tengas para que cuando tengas puedas reir y llorar como quien carezca y viceversa yo seré oido profundo para todas tus palabras y boca sincera para todos tus silencios recuerda nunca lanzarte a la aventura sin coraza y sin cuchillo.

Quiere darse otro nombre que no es sino parte del suyo graciosa hasta caerse de culo y regaladora incondicional de besos en las mejillas tiene algo que me recuerda a alguien y sé a quién y puede ser un color pero puede ser una nariz pero puede ser su voz de fantasía y de mundo visto y por ver se toma la confianza como pelusa como hago yo eso me gusta porque lo entiendo porque lo hago tan bien como lo hace ella y me sorprende encontrar en su lista de cosas por hacer a mis gustos y mis intereses leeré libros buscando su nombre y de seguro ésto terminará en otra de mis obsesiones pero bueno siempre es igual sé lo que se me viene encima y nunca hago nada por evitarlo supongo que es porque creo en el destino tanto como en las casualidades y el amor es un pequeño mentiroso que regala ilusiones pero ya ves de ilusiones también se vive o quizá no a mi me da igual yo procuraré sembrar sonrisas entre labio y labio sin tocar sus dientes para darle día tras día un motivo de leña más con las que avivar este fuego que es tan curiosa como un ratoncillo y no le gusta la cerveza o eso dice pero conoce su sabor y eso es lo importante que no dice que no sin haber probado un sí antes y seguro será presumida hasta la médula pero a mí no me importaría regalarle un espejo para su cumpleaños quizá me equivoque y le tenga miedo a los horarios o quizá se derrita en los labios cual chololate de verano qué se yo habrá que verlo y tocarlo puede que tenga sabor ácido como una naranja si es así la invitaré a fondue y shisha y la música será nuestro abrazo.

Es como el juego en el que nunca has entrado va de blanco siempre color virgen como su nombre aunque supongo que de virgen tendrá más bien poco actúa sobre mi pasado y le prometo que seré su futuro y ella qué va dice qué va y se ríe con esa risa enorme en la que sobra espacio para mi corazón y para mis abrazos señorita cosquillas de ojos saltones y cuerpo de escultura quisieron ponerla en bandeja cual canapé y ella saltó sobre todos los bailes y sobre todas las hienas valiente pensé y no me equivoqué que no lo hacen falta caminos porque siempre le gustó ir campo a través que le seguí el juego hasta doler y me dijo que no que no y vale pues no pero déjame decirte que eso tiene más de vergüenza que de verdad que he visto a tus ojos tropezar y ellos me dijeron acércate no me lo puedes negar y prometo hacerte reír hasta que termine la noche allá donde nacen los soles y marcharé en el próximo autobús a ninguna parte hasta volver con la próxima juerga de jueves o viernes de fiesta te invitaré a llevárteme lejos un día lejos de toda mentira y prejuicio absurdo para dejar de callarnos como putas y cosernos a ratos y bailar como perros por nada que no sea nadie para demostrar sabe quién qué y ni nosotros ni ellos pueden responder a esto yo te invito a que vengas conmigo y lo averigüemos.

01 octubre 2010

De títulos, pruebas, conversacion y demás piedras

Gracias a Sara Blanco, por ésta conversación.

-Muero.
-Cuando la rana se miró al espejo.
-Bueno, yo es que soy más de espaguetis.
-Ya, pero la carretera a veces se acaba.
-Y a veces, en ocasiones, no puedo dormir.
-Ey, sólo hay que explotar de vez en cuando.
-Sí, pero es que Mario tiene una bici.
-¿Es amarilla?
-Azul es el cielo.
-¿Y qué hay del sonido de las miradas?
-¿Y la miseria en el mundo?
-¿Y el callar por vergüenza de los que siembran balas en pechos y tristeza en las caras?
-¿Y quién cuenta eso? ¿Un hombre con un tanga en la cabeza?
-Puede ser, pero a veces está solo y no dice nada.
-Es una gran pérdida, como los ojos de su madre.
-París es una gran ciudad.
-Su madre también.
-Fue. Allí se me cayeron como tres vidas, desde entonces no soy capaz de ver llegar las primaveras y sólo veo irse los veranos.
-¿En serio podrías morir por amor?
-Por amor nunca se muere.
-No querrías a nadie a morirte.
-No querría morirme, y dejar de querer.
-Es cierto :)
-A veces :)