"Soy un vampiro, y tras años y años de experiencia aprendí a soportar la luz del sol, los ajos, y las estacas en el corazón."

~Jack Red

17 octubre 2010

Nostalgia, amor, empatía, taquicardia, pereza

Un día tenemos que hacer botellón a distancia, tío...

Gotas de vino blanco derramadas sobre las sábanas, dispuestas en constelaciones accidentales, como si no quisiesen transmitir ningún mensaje en realidad, y aún así lo tuvieran. Es aquí donde la escasa luz de un flexo colocado contra la pared, en el suelo, se refleja en estas pupilas ciegas de soledad, de tristeza. Es irónico, pienso que quizá siempre me sentí igual, y sé que no es verdad, yo también tuve sueños de esos de los de no querer despertar, y se me ha ido el alma en besos, y todas esas cosas que derrochan felicidad. El señor John suena en mi reproductor, arrancándome esos sentimientos de desesperación ajena que sólo se sienten al contemplar ciertas escenas de despedida, entre punteos desgarrados a dedo loco, despellejándole melodías a una guitarra digna de un abrazo, observo en derredor y veo toda una vida en imágenes y objetos, todo un pasado gastado, inamovible, derrochado...

Érase una vez un poema pegado a estas letras...
En permanente azul, desde la nuca, hasta la mediatriz de sus caderas.

Ella, ella y sus malditas sonrisas, sus giros de tuerca y sus esparavanes, patea mi cabeza con la fuerza con la que un paraguas es roto y arrastrado por el viento, en una noche de tormenta. Ella con sus manías y sus inocentes mentiras, sus posibles dobles vidas y sobre todo sus bucles, sus uñas, sus vergüenzas de pregunta y acertijos de respuesta. Creo que se considera una especie de premio que me he de ganar, o me considera un torpe caminasueños que no es capaz aceptar sus inseguridades, de todos modos qué estúpida. Y no hago más que llorarme de risa, y reírme de miedo, al mismo tiempo, mientras ella me observa a lo lejos, como disimulando sus sentimientos, no caminaré más a su lado porque volverá a marcharse, no es nada nuevo...

-Invítame a una cerveza, y te toco una canción.
-Vale tío, pero no me digas cómo se llama.
-Ella las tiene, la de carrito. -Señala a una hippie que deambula por mitad de la plaza de San Justo -Te espero.

Tengo extraños recuerdos de una noche de juerga, haciéndome sorda compañía entre la ropa usada de ayer, y los prospectos de todos los medicamentos que poseo. Al final apañé un par de cervezas y me quedé escuchando a aquél desconocido que intentaba hacer música, creo que se llamaba David, no lo sé, iba tan borracho que podría haberle contado cosas que ni a mi madre. Y qué importa, mañana sólo se acordará del pringado que le dio alcohol por unos rasgueos, y se fué tan feliz como si no hubiese nada mejor en que invertir dos euros. No me dijo el título de la canción, como le pedí, y por eso recordaré siempre esa escena de escalón de piedra y cerveza, esa voz rota de boca sin dientes, temblorosa de frío -hacían seis tristes grados, qué tacaño es el otoño-, y esos La menores y Fa sostenidos. "Que se joda el fuego", decía, "bastante daño ha hecho"...

-¿Estás bien, tío?
-Sólo un poco nervioso, me va a reventar el pecho.
(Y se ríe)

Me ahoga pensar que mañana podría no despertar, y el mundo seguirá tan virgen y loco como si nunca hubiese puesto el pié en él. Que habrá tres dias de luto y cuatro lágrimas no correspondidas, y nadie se acordará de este loco que escribía cuentos, que coleccionaba aromas de mujeres en un cajón de su escritorio, que echaba de menos de más, y vendía la poesía y el arte por un par de horas de atardecer a orillas del río, o en el huerto. La agonía de verse muerto estando aún vivo, de decir: sucederá en cualquier momento, ahora, ahora, ahora, ahora, y antes de dormir, luego. La evidencial muerte que se esconde tras cada esquina, terror en estado puro a 135 pulsaciones por minuto, la cadena de plata rebotando sobre mi pecho, y yo con la mano en el cuello atento a cada palpitación, para no perdérmela, para asegurarme de seguir latiendo, por si se me olvida escuchar el latido, por si se me olvida que estoy vivo, y por culpa de eso, muero...

Diego, acuérdate de limpiar el baño.

Hago ésta pseudovida bajo una banda sonora de órdenes y pequeños enfados, se me acumulan las cosas. He de arreglar la nevera, limpiar la cocina, poner lavadoras, recoger mi habitación, leerme diez textos, pedir varios perdones, arreglar ciertos horarios, coger apuntes para dos compañeras, mandar unos mensajes, escribirle a un amigo, pintar, tirar la basura, llamar al colega de Oze, olvidarme de un par de chicas, firmar un contrato, fregarme los platos, hacerme con nueva música, he de recoger unos papeles en la oficina de la seguridad social, afeitarme, dormir, devolverle la camisa a Eloy, quedar con Asier, y con Guille un día de estos, comprar pilas, aprender a hacer algo sano para comer, practicar esa nueva canción, en fin, todas esas cosas para las que nunca es ahora el momento...

En fin, qué cansancio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario