"Soy un vampiro, y tras años y años de experiencia aprendí a soportar la luz del sol, los ajos, y las estacas en el corazón."

~Jack Red

14 enero 2018

Constantes vitales

Siempre la amarás, aunque digas "no, ella otra vez no", estará ahí, porque está hecha de tus sueños más profundos, los que no te atreves ni a contarte. Es lo que te faltarán vidas para encontrar y lo que te sobraron segundos para perder, es el eterno error y la pesadilla de tus deseos, creerás en vano odiarla y a pesar de ello su ausencia taladrará tu ánimo. Por eso te retuerces de dolor en la silla y te agarras la cabeza en gestos de berrinche infantil que solo tú puedes presenciar, por eso te embutes en esa armadura oxidada antes de salir a la calle, porque el amor existe solo para darse y ya has aprendido a olvidar cómo era recibirlo. Duele, lo sé, estoy contigo, en el mismo barco, pero desde aquí el atardecer es hermoso, y las olas salpican frescas como una resaca de besos, una pena que sólo sea un viaje de ida. 

Siempre la amarás, por muchas capas de piernas que quieras poner sobre sus gemidos. Lo harás porque tiene esos ojos, esas manos, esa forma de mirar al futuro, ese susurro tan sensual o esa facilidad para volar sobre tus obstáculos. Para ella siempre ha sido tan sencillo que entre todo ese amor siempre arderá una cerilla de envidia, envidia de sus ganas de reír y de comerse el mundo, la llama de la vida que siempre arderá en el centro del universo que puedes adivinar más allá de sus iris. Siempre tendrá esa cara, esa arruga, esa mancha en la piel. La amarás tanto y cada vez más a pesar de los años y la distancia, que el resto de las cosas parecerán huecas y vacías, por más que te jures que no. 

Siempre la amarás, y te asaltarán recuerdos aleatorios y perdidos en los momentos más irrelevantes. Te acordarás de su pasta de dientes cuando te comas ese aguacate, o olerás su perfume en el gel de baño de tu amigo, quizá entiendas su humor cuando te rías caminando por una calle concreta de París, y cuando lo hagas quizá llores, aunque sea un poquito. O quizá se te pongan los pelos de punta cuando reclines el asiento de un tren de la misma forma que ella lo hacía. Nunca sabrás en qué momento llegará para asaltar tus pensamientos, y conquistarte por enésima vez con esas pequeñeces que conoces tan bien.

Siempre la amarás, aunque elabores complicadas recetas de olvido, como adoptar nuevas filosofías o valores morales, por más que comas sin dientes y folles sin ganas. Al final del día, tu castigo será recorrer en sueños que no recordarás, las curvas de una piel que casi olvidaste.