"Soy un vampiro, y tras años y años de experiencia aprendí a soportar la luz del sol, los ajos, y las estacas en el corazón."

~Jack Red

29 noviembre 2010

Parajes

Todos esos nombres se iban clavando uno por uno en sus entrañas, a algunos los conocía, a otros no, pero todos arrancaban en él un torcido gesto de dolor. Iban saliendo torpemente de la boca del amigo que le acompañaba. Sintió la irrefrenable necesidad de matarlo a puñetazos, pero él no tenía culpa, tan solo estaba leyendo lo que rezaba un pedazo de un viejo periódico local, probablemente el único vestigio de que una vez existieron sobre la tierra. Por fin terminó de recitar la lista de nombres, y el silencio hizo acto de presencia, haciendo compañía al frío que siempre había estado ahí, bueno, no siempre, pero de eso hace ya mucho.

-A todos nos toca la muerte, ¿eh?
-Todos morimos solos.
-¿Ya viene?
-Aún no.
-¿Seguir caminando entonces?
-Eso parece.

Le dio por mirarle a la cara por primera vez en meses. La barba sin afeitar ocultaba todas esas arrugas que seguro poseía, todas esas marcas de hambre, atrapaba los copos de nieve entre el pelo, y la raída capucha arrojaba sombra sobre unos ojos casi ciegos. Ese era su amigo. Ese... era su amigo. Entonces recordó por qué había decidido no volver a mirarle a la cara.

-¿Tienes que leer ese puto trozo de papel cada vez que paramos a descansar?
-Cada vez son más veces.
-Es cierto...
-Es que no quiero olvidarme de ellos.
-Ya da igual
-¿Ya da igual?
-Si...
-¿Te acuerdas de papá?
-...
-Yo... tampoco. Es decir, recuerdo su nombre, pero ya no veo su rostro.
-Su nombre...

Por su parte, la conversación terminó ahí. Se incorporó con esfuerzo y echó un rápido vistazo al vasto campo cubierto de nieve y ceniza que tenían delante. Hacía tiempo que murieron los árboles. Hacía tiempo que el sol no se dejaba ver entre las nubes. Era todo tan gris. Era gris, y tenía hambre.

-André...

No obtuvo respuesta. Se giró.

-Ya te has vuelto a ir, ¿eh, viejo cabrón? Ya ni mi propia imaginación quiere hacerme compañía, hay que joderse. Todos morimos solos ¿eh? ¡Qué gracioso!

Escupió en el suelo, lanzó un par de toses, se guardó el pedazo de periódico en el bolsillo y entre quejidos, prosiguió su viaje.

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