"Soy un vampiro, y tras años y años de experiencia aprendí a soportar la luz del sol, los ajos, y las estacas en el corazón."

~Jack Red

09 noviembre 2010

Fuegos de arte-ficio

El cuarto de baño del tercer piso de la facultad de bellas artes, ése lugar muerto de pena que siempre está más limpiado que limpio, inundado de firmas y frases a rotulador semiborradas, algunas interesantes, otras ilegibles, en fin, muchos dejaron su huella allí. Es un buen lugar para echarse un cigarro con dos colegas, cuando uno se ha cansado de esnifar el polvo de carboncillo que se desprende de un ingres pegado a una tabla con cinta de carrocero. Allí siempre atardece, y creo que siempre lo recordaré así. Desde la ventana del rincón del fondo uno puede ver la puesta de sol, últimamente obstaculizada por alguna que otra nube -El invierno... -pienso tras un escalofrío, y en verdad me gusta estar allí, sentado en el radiador, compartiendo alguna que otra chorrada verbal con el Perezoso, o con Juan, con Susy no, mierda, ese es el único baño publico que debería ser unisex.

Fluyen risas cansadas de pies molidos, y se debate cierta línea que conforma el muslo del modelo sentado dentro de clase, y en ese instante sólo piensa en que en unos minutos podrá levantarse de esa silla y ponerse la bata, y ver cómo unos estudiantes de primer año juegan a menospreciar su imagen. Algunos siguen ahí dentro, nosotros tenemos tiempo de sobra. Antes de sombrear el dibujo -dice Juan -sombreemos nuestros pulmones -y no le falta ingenio. El de la barba se ríe y hace un comentario jocoso que apenas recuerdo, pues estaba más concentrado en el intenso naranja del momento. El naranja, ese color que me ha acompañado tanto, que me acabó gustando a la fuerza, y ahora no puedo despegarlo de mis mejores momentos. -Nosotros tambien deberíamos escribir algo -digo, y ellos me entienden, pues en seguida se ponen a mirar las paredes y las puertas, y responden al unísono: Sí, tío.

Qué diez minutos de comodidad efímera. De silencios de lavabos rotos por palabras con eco. El paraíso de quien se ha pasado de pié seis horas. Allí la corriente, la brisa, echa a volar nuestras ganas de cama. Podemos cerrar los ojos y sonreír, mejor que en la mejor playa caribeña, en un invierno que amenaza con llover un día de estos. Se nos adivina la tristeza bajo los párpados, cada uno con un pasado a cuestas que los otros dos ignoran, y tampoco nos importa, en realidad, cada uno que se escriba sus poemas, y que se coma sus mocos negros, no lloraremos por el otro, ya tenemos bastante con nosotros mismos. Nos decimos todo ésto en un segundo y medio de mirarnos a los ojos, pero creo que en el fondo somos fuertes pues seguimos enseñando los dientes y acariciando las paredes, rascándonos las suelas con el suelo, escupiendo por la ventana, y sobre todo aún podemos reírnos de un interruptor arrancado de la pared, colgando, nadie se atrevería a tocarlo.

Es tan íntima esa escena, que sólo le falta un fondo musical en plan 'The days have turned', para ser íntimamente perfecta. A veces nos callamos, pero da igual, porque sabemos que a veces no hay nada que decir, y el silencio es bonito, si se mira con los ojos adecuados, nosotros ya aprendimos a tornarlos, a enfocar la vista, a apreciar ésos detalles, ésas imagenes, y si estamos aquí, es para aprender a expresarlo, a contarlo, aunque estemos callados. A Juan se le mete el humo en el ojo, su cara es un poema, a eso me refiero.

Y el sol se pone, tiramos al váter los cigarros, y bueno, habrá que seguir dibujando, ¿no?

1 comentario:

  1. suelo valorar la amistad si no hay palabras.Esta curradilla jeje mola .(korver)

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