"Soy un vampiro, y tras años y años de experiencia aprendí a soportar la luz del sol, los ajos, y las estacas en el corazón."

~Jack Red

04 mayo 2010

Eleffegro 06: No hay nadie

Habitación 5 (Sandra), 28 de Febrero de 2010, 17:58

En la habitación de Sandra Blanco siempre huele a incienso, ésta chica tiene ésa manía. Quemar incienso. Aunque la verdad, ahora que lo pienso, es un aroma bastante agradable, no sé de qué me quejo. Ahora mismo la persiana está medio bajada, y el sol de tarde se cuela por donde puede, entre las láminas de plástico. El armario está abierto de par en par, como siempre ocurre con ella, y hay ropa por el suelo. Puedo ver una de las camisetas suyas que más me gusta, ésa blanca con un dibujo de un elefante de color negro, yo la llamo: “La camiseta del elefante negro”, lo sé, no soy muy original. La cama que invade el centro de la estancia está deshecha, dejando ver sus sábanas azules. A veces fantaseo imaginándome su cuerpo desnudo entre ellas, dándose la vuelta, abrazando la almohada, suspirando…

En la estantería sólo tiene libros, y algún que otro cachivache sin utilidad ninguna, como un cubo de rubik deshecho y un lápiz despuntado. Sobre la mesita de noche hay posado un flexo, apagado, por lo tanto ninguna luz artificial ilumina éste cuarto de paredes azules, decoradas con fotos, dibujos de amigos y suyos, pósteres de cine, de conciertos, de musicales extrañísimos y de obras de arte. Hay una foto en concreto que me gusta bastante, en ella aparece sonriendo, mirando algún punto en el infinito. Creo que en esa foto se resume toda su belleza. A veces tengo la sensación de que cuanto más miro esa foto, menos feliz parece en ella, su sonrisa parece cerrarse con el paso de las miradas.

Todo está en penumbra, salvo el escritorio que está bajo la ventana, al que sí llega la luz del sol, la cual ilumina a la vez que calienta unos cuadernos de apuntes, el incensario, y un móvil cuya pantalla ahora mismo está iluminándose y reza: “Juanjo resi llamando”. Vibra, se ilumina, y vibra, y se ilumina, y para. El móvil deja de hacer ése ruido infernal que hacen los móviles cuando vibran sobre la mesa, gracias a dios a Sandra no le gusta asignarle melodías a las llamadas.

Ahora la habitación vuelve a sumirse en el silencio de una tarde de primavera. Un silencio sólo roto por un yonki de mierda que grita ahí fuera en el pasillo.

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