"Soy un vampiro, y tras años y años de experiencia aprendí a soportar la luz del sol, los ajos, y las estacas en el corazón."

~Jack Red

04 mayo 2010

III (Día 3 en París)

"Hoy lloro por aquellos que nos abandonan en un mar de ingratitud, por la mediocridad reinante del espíritu humano, por los corazones rotos, por los zapatos perdidos en el camino..."

~Soma

Hoy escribiré sobre la incertidumbre. La incertidumbre de no ser comprendido, la del hombre perdido, enfermo, roto, la de alguien que hace ya tiempo que no es nadie. Y es que tiempo atrás dejé de saber sobre cuáles son las buenas y las malas acciones, hace tiempo que siento el peso del "no-saber-qué-cojones", y dejé a un lado toda estructura y palabra correcta y poética para pasar a la explicación, a la descripción profunda y verdadera. Pero aún así no encuentro el punto, el extremo ni el límite. No soy capaz, y eso me frustra, hace que mi conciencia pese tanto como para ahogarme en el profundo océano del "qué pasa aquí".

Harto, pura y profundamente harto del resto, de la individualidad presente en cada rincón, del egoísmo, del pensamiento único, del incomprender de unas personas hacia otras, de otras personas hacia mí.

Y no dormir, no tener pensamiento feliz alguno, no hablar por no tener nada que decir, no existir ya para nadie. El rechazo impalpable pero real, y sobre todo presente. El reir sincero de los pobres seres que me acompañan y que no saben hasta qué punto son importantes, no saben hasta qué punto cuentan. Me jode, de verdad, saber que tú, quien lee, no ha entendido una sola palabra de todo ésto. Me jode, e intento descargar ésta frustración aquí, ya sin la esperanza de hallar consuelo o solución, ya sin esperar que me llegue lo único que quiero, lo único que no puedo tener.

Odio hacia todo aquello ajeno a lo importante, odio hacia la etiqueta colocada sobre cada palabra escrita, sobre cada cosa que digo, cada gesto, cada mirada, cada pensamiento. Odio de ser clasificado por otros, por todos aquellos que no son capaces siquiera de imaginar hasta que punto el pensar me agota, odio por saber que no saben ni pueden saber en qué contexto me encuentro, y sobre todo, más que nada, odio por saber que no les importa lo más mínimo.

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