"Soy un vampiro, y tras años y años de experiencia aprendí a soportar la luz del sol, los ajos, y las estacas en el corazón."

~Jack Red

04 mayo 2010

Feliz Cumpleaños

Papá había esperado a que mis amigos se fuesen tras comer la tarta, para darme mi regalo. Ese día cumplía ocho años.

Se encendió un cigarrillo. No me gusta que papá fume, huele muy mal, y da un poco de miedo. Papá a veces me da un poco de miedo, pero sé que me quiere, y confío en él. Expulsó por su boca una nube de humo, y acto seguido me hizo subir a la mesa donde poco antes se habían reunido todos mis compañeros. No entendía el por qué, pero me divertía todo eso, pensé que cuanto más extraño fuese todo, mejor sería el regalo.

Me agaché para que me vendase los ojos con un pañuelo de cocina. Lo apretó muy fuerte, pero no dije nada, no suelo quejarme mucho, además, podía aguantarlo. Entonces me hizo levantarme, y me dijo:

-Camina.

Le hice caso. Caminé por la mesa despacio, no veía nada. Noté como mis pies pisaban un plato, y por alguna razón me dió la sensación de que algo no iba bien. Entonces la cálida mano de mi padre, agarró la mía, y me hizo dar un par de pasos más. Mi miedo crecía.

-Papá, ¿Se va a acabar la mesa?

-Al final de la mesa está tu regalo, hijo.

Mi temor no desapareció del todo, pero éso me animó a continuar caminando. Despacio, despacio, buscando el borde de la mesa, sabía que se acabaría. El borde estaba muy cerca, lo notaba, los dedos de mis pies ya notaban el borde.

-Papá, ¿Se va a acabar la mesa?

-Confía en mí...

Sabía que se acabaría la mesa, pero oí a papá hablar delante de mí. Pensé que si caía, él me cogería. Dí un pasó, y noté el vacío, seguido de un fuerte y duro golpe en mi cara. Era el suelo. Había caido al suelo. Me dolían la nariz y las rodillas, pero no lloré. Era la primera vez que no lloraba por algo así. Me incorporé, y me quité el pañuelo que me tapaba los ojos.

Mi nariz dolía muchísimo. Pasé mis dedos por ella, y la noté caliente. Al mirar de nuevo mis dedos, vi la sangre. Estaba confundido, no sabía qué estaba pasando, tenía miedo.

-¿Qué pasó, papá?

-Ése fué tu regalo de cumpleaños, hijo. Para que aprendas a no confiar ni en tu propio padre...

El día que cumplí ocho años, mi padre me enseñó una de las lecciones más valiosas de mi vida.

1 comentario:

  1. Jaja see buena lecion animo primo con el blog ke mola muxo jaja
    Tu Primo Dani haha

    ResponderEliminar