"Soy un vampiro, y tras años y años de experiencia aprendí a soportar la luz del sol, los ajos, y las estacas en el corazón."

~Jack Red

07 agosto 2010

Muerte con sabor a verano

De repente, el ambiente cobró silencio, los sillones dejaron de hacer el ruido que hacen los sillones, el televisor perdió la voz y la imagen quedó suspendida, las fotografías perdieron su imperceptible movimiento, el recio tic-tac del reloj se tornó mudo y cobarde, el humo del cigarro quedó petrificado en barrocas volutas, y su punta incandescente perdió el calor, cesó el ruido de las luces, la llama de la vela dejó de temblar, y pareció incluso más afilada que de costumbre, los sonidos callejeros se disolvieron en el vacío de todo aquello que no se está viendo, las cuerdas de una guitarra recién rasgueada perdieron el color de la música, y permanecieron ahí, como en pause, como en eterna vibración sin sonido alguno. 

El tiempo y el mundo se tomaron un descanso sin previo aviso, todo inmóvil, todo quieto, en una atmósfera agobiante en la que no existe dinamismo ni vida alguna. Entonces pudo apreciar por un instante la tozuda y egoísta estaticidad de todo cuanto le rodeaba, echó de menos el tenue moverse por moverse de los objetos que no se mueven, echó de menos una melodía melancólica con la que despedirse, echó de menos el poder girarse unos grados hacia la izquierda, para ver de cara el atardecer a través de la ventana, echó de menos su tacto, para sentir las lágrimas que seguro se le resbalaban ansiosas por aplastarse contra la madera, y echó de menos unos labios a los que dedicar un beso, aunque fuese a distancia, aunque no fuese de agrado. 

Faltaban pocos segundos ya, y en uno de ellos el frío invadió su cuerpo, un frío (por qué no decirlo) acogedor, como de miembro dormido. En otro una presión en su cabeza le obligó a cerrar los ojos a esa pacífica imagen de mundo pequeño y desierto, en otro el olor del pelo de ella, sabor a verano, en otro un recuerdo borroso, en el último un último latido, feliz y sonriente, como si otro fuese a acompañarle, se aleja poco a poco del salón, de su casa, de la calle, de sí mismo, fundido a negro... y cero.

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