acabar con el oleaje,
desmenuzar los porqués
por si acaso,
justo debajo de su nórdico,
muy por encima de mis historias.
Esta vez
no hubo tequieros batiéndose en retirada,
ni ejercito de agujas bajo el reloj,
nos pusimos nuestro uniforme de guerra, que no fue sino nuestra piel desnuda,
y haciendo frente al amanecer
apagamos el despertador,
apagamos el despertador,
tomamos como armas las palabras,
y disparamos
justo en el corazón,
justo entre ceja y ceja.
Ahora casi puedo verla dormir a lo lejos
vestir su mejor gala de hermosuras,
arropada de merecimientos
y fijo que con esa cara
que hace que muera
de ganas de besarla de nuevo.
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