"Soy un vampiro, y tras años y años de experiencia aprendí a soportar la luz del sol, los ajos, y las estacas en el corazón."

~Jack Red

20 marzo 2013

Bosquejo nº 7 sobre una servilleta: Tiritona

"Es difícil acostumbrarse a este frío una vez probado su cuerpo", me digo cigarro en mano como acallando el huracán que esta poniéndolo todo patas arriba ahí dentro. No es muy acogedor, en serio, la luz verde que hay encendida en el rincón, ni el no poderse apoyar uno en la pared, ni la claustrofobia, ni este desorden sin ella. Paso el tiempo aquí, soñando que vuelvo a bañarme entre sus piernas, ¿Es raro? 

Ya conozco todo esto, cada rincón de la palma de la mano de esta solitaria sensación, la rutina de silencios, imaginar que de repente aparece para darle la vuelta a tu vida con el gesto más simple, con sólo recogerse el pelo, y te mira desde el reflejo del espejo del baño 
y sonríe... 

A mi se me caen los huesos al suelo. Me gana en todo.

Cuando despierto de esas ensoñaciones, suelo echarle un duelo de miradas al techo, a ver qué opina, cómo lo ve todo desde ahí arriba, y como es normal no responde, al menos aún no estoy loco, tan solo preso. Preso por un crimen que cometí al robarle noches a sus deseos, al pintar grafitis en el aire de su habitación que rezaban gritos de rebelión que no se atrevieron a salir de mi boca, palabras cagadas de miedo escritas con tinta invisible en cartas que le lanzo junto a mis miradas, algo que no puedo evitar, por otro lado. 

Se ha convertido en mi deporte favorito, lanzar la caña y pescar su risa, saltar de la barca y que me lleven sus aguas, no importa dónde, ni mucho menos cómo. Jugar a resolver las adivinanzas que flotan a nuestro alrededor, esas preguntas que no hace y que respondo callándome, inflando este interrogante con el aliento de ambos, me divierte, me excita, me mueve, me presta.

Quizá todo esto es niebla, y ella en realidad quiera escapar de mi. Quizá no me de cuenta, y pretenda perderse, diluirse en una huida silenciosa para no tener que usar los puñales ni las estacas. Quizá ya la decepcioné y cure el error con sal de ausencias. No lo sé en verdad, prefiero quedarme con uno de sus abrazos, con una de sus caricias, antes que con todas las dudas del mundo peleándose por asaltar mi conciencia.

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