"Soy un vampiro, y tras años y años de experiencia aprendí a soportar la luz del sol, los ajos, y las estacas en el corazón."

~Jack Red

31 octubre 2010

Bus 71

Anoche murió la cordura en brazos de la puta calle.

Se me ocurrió volver a mirar ese sms que me mandó en nochevieja, aún lo tenía, para mi sorpresa, así como todas y cada una de sus risas de ayer, que hoy son descaros y malos comentarios. Parece que después de todo, por alguna razón, también se manchó un poquito de odio el dia que nos fuimos el uno del otro, parece que aún me guarda un misterioso resentimiento, como diciéndome entre líneas: "Pudiste haberlo hecho bien". Que se joda. Hoy me interesan otro tipo de cosas, como escribir una canción borracho, en la pared de mi habitación.

Miénteme
y dime que la vida no sabe a nada,
que es solo un soplo de aire,
que se pierde en su mirada.

A veces pienso -y lo pienso en serio -que he perdido el olor de los recuerdos. Soy incapaz de crear nuevos instantes eternos, sólo tengo los viejos: Mi primera consola, troncos de pino, la forma de su pecho, el frío que hacía fuera de su cama, hamburguesas en el huerto, una bufanda olvidada, caminar a las tres de la mañana con una canción de Albert Pla en el iPod, despertarme con un peta en la mano y una poesía en los oídos, fuegos de artificio en un balcón, el día que le cogí de la mano pero no me atreví a besarla...

Hoy por hoy mi vida es gris, apenas río. Sonrío, sí, pero hasta eso me cuesta, y no hablo con nadie de esto, porque aún no me considero un alma perdida. Llegué a entender que moriré cualquier día, y probablemente teniendo razón en unas pocas cosas, todas esas que nadie entendió. Sé que cuando llegue el día me tocará hacer sólo ese viaje, y seguro que miraré hacia atrás en el camino, porque es lo que hago siempre, aunque lo niegue, hoy que soy sincero lo digo.

Y me dedico a autocompadecerme, consuélome con rimas y besos de mentira, le doy la mano al espejo y le prometo que seré como él algún día, como cuando me enamoraba al más mínimo roce de atención, y no como hoy, como estos días que me la paso preguntándome hasta dónde me llevará la vida, cuántos más cristales tendré que pisar descalzo, dónde está mi premio, en fín, ya sabeis, cosas así.

Fué tan tópico ese 'te quiero como amigo', algo cuya veracidad es inversamente proporcional a cuánto se habla de ello, a cuánto se utiliza como pobre excusa. -Lo siento -le dije -pero dejé olvidada la amistad en tu cartera, el amor en tus bolsillos y la felicidad en tus ojos, así que nunca más esperes que sonría cuando te vea, que no llore cuando te recuerde, o que calle cuando la herida que abriste me duela.

A veces, tantas, odio a todas esas Evas que dicen no creer en el amor, y se la pasan llorando por los labios de su Adán. Pues que sufran, todas, por estúpidas, por hipócritas. Es imposible no creer en el amor, de quien desconfías es de las personas. Perdona que te lo diga, pero no te han roto el corazón, volverás a enamorarte de aquí a tres días, lo que te han roto es la rutina. No digo que no debas estar triste, hay muy pocas cosas más bonitas que estar triste, pero por favor, cuando hables, primero piensa, luego no mientas.

Otras creo ser la única persona de carne en el mundo, luego me doy cuenta de que eso es mentira.

Estoy en un bus de camino al hogar, y me entretengo observando cómo las tontas pero felices gotas se despachurran contra el cristal y juegan a echar carreras transparentes. En eso ando hasta que se me ocurre una última reflexión antes de cerrar la tapa del portátil:

Las personas somos como gotas, nacemos en las nubes, en una incierta calima que nos impide ver más allá de lo que podemos tocar, y sin saberlo nos precipitamos. De pronto llega un momento en que nos sentimos invencibles allá en el cielo, de que podemos con todo, de que somos eternos, pero entonces se terminan las nubes y vemos allí abajo el suelo, el fin hacia el que caemos, inevitable, por más que nades en contra del viento. Se acerca, y le tenemos miedo. Sin embargo, un buen día, miramos en los ojos de los amigos que van a nuestro lado, y aceptamos ese destino. Cuando por fín lo entendemos, tarde o temprano, algunos acabamos aplastándonos contra el cristal de un auto, otros contra el asfalto, o en los paraguas de la gente, o en un muro pintado, o en el cabello de alguien, o en un tejado, o en la boca de un niño que juega a beberse el cielo, quién sabe si en invierno o en verano. Al final, todos acabamos siendo uno, y nos vamos por el desagüe.

1 comentario:

  1. Me ha molado lo de "Lo siento -le dije -pero dejé olvidada la amistad en tu cartera, el amor en tus bolsillos y la felicidad en tus ojos, así que nunca más esperes que sonría cuando te vea, que no llore cuando te recuerde, o que calle cuando la herida que abriste me duela." y la relación del final está muy currada :D

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