Parece que fue ayer cuando no teníamos entre nosotros ni el respeto, en aquella cola de la matrícula en la facultad de bellas artes, ella no lo sabe,
se lo dije,
pero no lo sabe,
que empezó a colarse en mis sueños justo ahí,
con su cabreo de mil demonios lanzándome gritos mudos incluso a mí,
un desconocido,
que se ríe por dentro de su mirada de odio infantil,
y de reojo le manda ternura vía indirecta,
ni la capta,
pero da igual,
echaré tierra,
no sea que me vaya a enamorar.
Me pregunté si al menos coincidiríamos en una clase,
para poderla ver hacer peripecias con el lenguaje,
para llegar quizá a ser su amigo,
para poder decirle vayámonos al invierno, maldita sea,
para hacerla reír, o llorar de alegría,
para hablar de algo, para compartir un litro,
para salir de fiesta o algo, qué se yo,
de primeras personas está el mundo lleno,
y de deseos sin cumplir también, pero bueno,
sólo queda esperar,
y esperar,
y esperé,
y no llegaba,
y casi,
no llegó a ocurrir, pero casi,
(ya os lo contaré otro día)
casi la olvidé.
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