"Soy un vampiro, y tras años y años de experiencia aprendí a soportar la luz del sol, los ajos, y las estacas en el corazón."

~Jack Red

02 diciembre 2010

Nostalgia de días gristes

Jose, amigo.

Me duele no tenerte aquí al lado y no ser capaz de algo más que apuñalar el teclado con mis dedos esperando, qué se yo, que salga algo, tío, que aún te ando esperando aquí empanado como quien dice, qué recuerdos ¿no?

A lo mejor yo no me dí cuenta de lo guapa que era esa chiquilla que pasó a nuestro lado tal día, y da igual, descríbemela, yo fabricaré la empatía, y ambos la habremos visto en un rato, y cómo no, a emborracharnos a cervezas en los recreos, y en un par de risas nos habremos despedido hasta mañana, y parte de lo que me hubieras dicho quedó ahí grabado, porque eres de esos amigos con personalidad pegadiza, y te habré robado frases, lo confieso, y formas de decir las cosas, espero no te importe, cada vez que hablo a través de tus palabras me acuerdo de ti y de tus locuras, del alcohol en el váter de la escuela, de las hamburguesas en el huerto, de las notas finales de bachiller, de París, del quijote, y del profesor de Lengua cuyos chistes no tenían gracia, pero tú te reías, no del chiste, sino de que nadie hacía caso del redoble y platillo imaginario que merecía la cara del pobre hombre.

Siempre fuertes, siempre lo dije. Me acompañabas donde fuese, aunque a regañadientes fuese: Era, y eso era importante. Perdón por intentar clavarte a mi zapato para que caminases de camino a mis pasos, perdóname, en serio, has de ser libre, tanto como cuando me dijiste lo que hay que hacer a veces, empanarse, y dejar que las cosas pasen, y lo hice, mirando a un punto en cuya dirección -te convencí -pasaba algo muy interesante. El ron sin ti sólo sabe a borrachera, y te lo digo con el corazón en el puño, que en estos días grises me faltan tus chistes, dibujar en cualquier mesa, cualquier pared era nuestra, y hasta el lápiz se reía con, y no de nosotros.

Que sí, tío, que sobreviviremos, ambos sabemos lo que vale un beso. Nos lo decíamos acompañados de nadie en mi habitación, sentados cual campeones vagos, birra en mano, esperando una hora exacta, las once y veintidós, para levantarnos. Podíamos decirnos de todo, y lo hicimos, nos conocimos en un hall de instituto, y desde ese día nuestros nombres fueron lo de menos. Ya te lo dije aquella vez, me caes bien no por tu comodidad, sino porque haces lo que haces y punto, no te pido más, con ese orgullo innato tan grande como el ser humano que intentas esconder. Me gustaba caminar a tu lado, un poco por detrás, y poder ver tus pasos delante, y a la vez hablarte en una conversación en la que llorar es lo único que no estaba permitido.

Ahora lo hago, ya ves, quizá porque tu estela se desvió de nuestro destino. Algo me dice que volveremos a estar juntos, no sé, pero como no me lo afirmas, me desanimo, rompo botellas de vino por dentro, rompiéndome yo con ellas. Siempre fuimos cómplices, tío, ¿no te das cuenta? A veces te llenabas de silencios, y te mirabas las manos, esas que tantas espadas han tenido que agarrar, esas que tantos puñetazos contra la pared han necesitado, y no tuvieron. -No pasa nada. -me dice -Lo llevo bien, tengo fuerzas, y la tengo a ella. -Entonces me mirabas y me enseñabas con un gesto que la belleza estaba allá donde la quisieras ver.

Me duele la lengua cada vez que hablo de él, parece que quisiera salir de mi boca y ponerse a escribir todas nuestras anécdotas, a explotar de historias, Y siento el orgullo hervir cuando me demuestras lo bien que te va allí lejos, que eres feliz, amigo, que te salen las cuentas, no necesitas goma ni trapo, ni limpiarte la cara, ni remendar tus deseos, me enorgullece pensar que al menos uno de los dos será quien quiera, y lloro de emoción desde dentro hacia fuera, ese es Joseca. Le pusiste nombre a la alegría, y te la llevaste con tu apellido. Hoy soy el alquimista que convierte recuerdos en leves sonrisas ni la mitad de sinceras que mi mirada cuando tú, sin saber como, las fabricabas de la nada, y me las cosías en la cara.

Hubo un día perezoso en el que le dije que era mi mejor amigo, y se alegró, no sé, me gusta recordarlo.

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