Siento un hueco dolor cuando veo morir día a día al calendario.
Le araño el amor a la noche como alimentándome de virutas,
como escarbando en el deseo para encontrar qué se yo ahí enterrado,
pongo a arder mis esperanzas para calentar las frías manos
que ciegas y rotas en el vacío te dibujan.
Despedazo cada una de mis memorias en busca de un buen mástil al que atarme,
para evitar naufragar de nuevo en las lágrimas,
y que tus palabras como sirenas vengan a prometerme la muerte,
colgándome del cuello la medalla de una nueva pérdida.
Un diablo de soledad viene a visitarme cada madrugada,
a ofrecerme una copa de congoja y derrota,
a veces me santigua en alcohol y me acaricia las nostalgias,
y tras ello se marcha, dejando a su paso el rastro de mis propias pisadas.
Me resquebrajo en cristales por dentro
cada vez que hago el torpe intento de negarte.
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