A Pizco no le gustaban las cosas difíciles, y sin embargo, seguía pidiéndole que le contase aquellos cuentos tan raros. Algunas noches, recordándolos, tardaba en dormirse y se sentía muy intranquilo. ¿Se escaparía un día Sorpresa de verdad y le dejaría solo para ir al encuentro de aquella gente distinta? Claro que no podía, porque era muy pequeña. Pero ¿y si crecía de pronto, de tanto entender las cosas difíciles?
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