"Soy un vampiro, y tras años y años de experiencia aprendí a soportar la luz del sol, los ajos, y las estacas en el corazón."

~Jack Red

17 mayo 2019

La culpa es suya

La culpa es suya, solo suya. Tendría que saber que me encanta la gente que pregunta cosas. Casi nadie pregunta nada porque está demasiado ocupado exhibiéndose: El narcisismo se comió a la curiosidad. Pero ella, lejos de lo acostumbrado, se presentó como un oasis y me preguntó, me hizo esas preguntas, quiso —quiero creer— conocerme, y ahora yo no soy capaz de detener esta reacción en cadena, esta espiral de pensamientos que me invitan a contarle todo, a hacer de su curiosidad la razón y motivo últimas de mi existencia, a buscarla sin criterio, sin lógica. La culpa es suya.

De haber sido de otra forma, quizá habría visto antes sus taras, las formas que tiene de evadirse de la realidad, de no mirar a los ojos, de perderse en sus propias fantasías, estaría tan lejos de su isla que no me preocuparía de buscar su orilla. Sus carencias serían tan áridas, tan imperdonables que la desterraría al instante de cualquier futuro posible, porque así soy yo, estúpido y visceral, experto en tirar piedras a mi propio tejado, en tropezarme con mis obstáculos, en hacerme la zancadilla. Huiría de sus silencios, infravaloraría sus miradas, ignoraría sus suspiros, odiaría incluso el temblor de su voz aún si con ella me llamase. 

Pero la culpa es suya, sonrió en el momento en que yo miraba, y ahora quiero aprenderme la tabla de multiplicar de sus taras, con melodía incluida. Quiero que me lleve allá donde esté cuando no está aquí. Quiero mirar lo que sea que vea cuando ve a través de mí, cabalgar sus sueños, otear el horizonte de su piel. Quiero construir sobre el yermo de lo que le falta, perdonarle incluso que me mate, porque hice de su felicidad mi destino, porque así soy yo, estúpido y visceral, experto en empezar la casa por el tejado, en sobrevolar infiernos, en reírme de mis desgracias. Viviría en lo más profundo de sus abrazos, me vestiría en sus pupilas, respiraría su aliento, y amaría incluso los grilletes con los que me encadene a su pasado. Por su culpa.

Se cansará de mí, y de mi silenciosa insistencia. De mis etéreos deseos, de la incomprensible bondad que le ofrezca, del caos que me domina y eleva su imagen, de los paraísos que construyo en su nombre, de la responsabilidad de reírme los chistes, de la distracción de mis manos sobre su nuca, del duelo de preguntas que buscan el camino más corto a sus labios, de la impaciencia lejana, de la incertidumbre silente, de formarme como una tormenta sobre su rutina. Se cansará, y querrá irse lejos del terremoto que traigo atado a los pies, de la soledad que arrastro como condena por mis errores, de la ignorancia o de la vejez que se me atribuya, en definitiva, de mí.

Y la culpa es, y siempre será suya.

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