por ejemplo,
que abajo está el asfalto.
Esperas con ansias que tras el duro trayecto hacia la cara más oscura de la libertad
te esperen las maravillas a las que creías haber renunciado,
pero lo que no piensas, es en cuánto de ti va a quedarse arriba, en ese globo aerostático,
claustrofóbico, angosto, hecho a la medida de tu piel,
y siempre es más de lo que esperabas.
Es ahora, en caída libre, cegado por una ambición irreal,
y con el ruido ensordecedor del viento apremiante,
cuando uno se lleva la mano al pecho buscando desplegar su paracaídas,
y entiende que no lo lleva puesto.
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