"Soy un vampiro, y tras años y años de experiencia aprendí a soportar la luz del sol, los ajos, y las estacas en el corazón."

~Jack Red

21 agosto 2014

Summer '14

Y quedan diez días. 

Si ya no escribo tanto es porque, entre otras cosas, mi aleatoria memoria no es capaz de almacenar la mayoría de ese diálogo interno que soy. Pienso mucho, todo el día, me soy sincero y me miento a partes iguales, suelo jugar a describirla a ella, con imágenes, a recorrer la frontera de su piel con el filo de mis recuerdos. Me arriesgo tanto que incluso me corto a veces, sangrando el amor que escondo a su vista, por si protesta, y del que estará huyendo ahora mismo. 

Deberíais ver la cantidad de borradores sin terminar que guardo en la trastienda de mi blog. Proyectos de poesías, historias, reflexiones que nunca verán la luz. Últimamente mi vida es un poco igual, todo está hecho a medias, ambiciones a medias, estudios a medias, sentimientos a medias, sueños a medias. Anoche soñé con ella, no lo recuerdo muy bien porque no le di en mi cabeza las vueltas suficientes al despertarme, pero ahí estaba, con su cabello negro y una camiseta gris claro, brillando con luz propia en una sala muy, muy oscura. La imagen es difusa pero la sensación inolvidable: Desagradable y angustiosa, como todas las veces que se cuela en mis sueños. Siempre hay un obstáculo que me impide alcanzarla, las situaciones se tornan incómodas y hostiles, aparecen otras personas en mi sueño que se la llevan lejos, que cierran con violencia una puerta entre nosotros, o incluso ella misma se evapora al contacto con mis manos o se vuelve de metal perdiendo su suavidad y su vida. Parece que mi subconsciente la odiase, o intentase protegerme de ella. Eso sería lógico. Al despertar suelo mirar el techo, pero sólo veo las imágenes de esos sueños impresas en mi mente como marcas de sábanas en mi piel que desaparecen poco a poco. Quien diga que los sueños no significan nada es un completo estúpido.

Lo que más odio es que tenga tanto poder sobre mí. Es capaz de navegar con tanta soltura a través de mi espectro emocional que temo pueda abrir las viejas grietas, y digo temo porque es el único concepto que puedo usar para explicar lo que la idea de sangrar por las antiguas cicatrices me transmite. La verdad es que lo echo de menos. Hay cosas en esta vida que se echan infinitamente de menos, y que aún así ni por todo el oro del mundo volverías a vivir. En este caso extraño y repudio sentir rebosar aquella tristeza, el profundo y existencial dolor del desamor, el que me obligaba a esculpir recuerdos con palabras, a retratar los rostros de aquellas muchachas con los colores de mis sentimientos, en un sucio cuaderno de notas. Pero lo malo del tiempo es que pasa, y a su paso te enseña cosas, y te hace olvidar muchas otras. 

Ya no siento apenas, o al menos no con aquella intensidad. Las cascadas de emociones y las montañas rusas, el amor y el dolor como hilos desbocados, unidos, separados, entrelazados, hechos un nudo, latiendo vertiginosamente, bajo una presión de mil atmósferas. Ya no están. Todo está perfectamente definido y delimitado, explorado, descrito, estudiado. Ahora lo que era una infinita paleta de sentimientos se ha convertido en una cuadrícula a ocho bits. Lo que eran cascadas ahora es un gotero, y aquella caótica madeja de amor y dolor ahora es una soga perfectamente enhebrada, que mantiene bien sujeto todo lo que alguna vez fue salvaje y libre dentro de mi. Incluso puedo elegir cómo sentirme a veces, con bastante eficacia, como un actor que cada vez es más bueno interpretando sus papeles. Da asco.

Pero ella es capaz de enviarme al pasado con un solo golpe de su mirada, cuando quiera puede tirar de mis puntos y exponer mi alma, y la prueba está en este texto que estoy escribiendo. A veces no sé si la quiero lejos o cerca. Su ausencia me devasta y su presencia me avasalla, en la distancia tengo las hogueras que necesita para calentarse, y ante sus ojos se derrumban todos los puentes que intento construir entre nuestras mentes. Así es imposible llegar a ninguna parte. No soy capaz de interpretar un papel protagonista en su vida porque hace arder todos mis guiones, y nada le queda a alguien como yo, que ha mentido tanto y ha sido tantas personas distintas que si miras bajo el disfraz me temo que sólo encontrarás una triste impronta de lo que alguna vez fui. Nada salvo balbuceos y comentarios sórdidos, banales, sin gracia ni interés, que sólo resta puntos ante su inevitable y constante juicio, humano por otra parte, inocente sin duda.

Sólo queda irse, tranquilo, sin hacer mucho ruido. Y de hecho me voy. Nada que hacer aquí, pozo seco, tierra yerma. Siempre he visto irse a gente. En la vida universitaria, uno acostumbra a ver cómo sus buenos amigos desaparecen, uno por uno, en las garras del futuro. Se mudan, encuentran trabajo en otra parte, lo que sea. He perdido a tantos, los he visto alejarse poco a poco, convirtiéndose en tenues marcas de agua en la lejanía, inalcanzables a pesar de la facilidad para mantener el contacto. Hay una distancia mucho mayor, no física, entre nosotros. Un infranqueable muro de predestinación que ni siquiera Internet puede derribar. Esas personas se acabarán diluyendo en el pasado de forma lenta pero inexorable. Y ahora yo soy uno de ellos, de los que se van, y empiezo a notar cómo me desvanezco de sus vidas como si ya me hubiesen admitido y grabado en su pasado, veo las puntas de mis dedos volverse transparentes, convirtiéndose en material de anécdotas y recuerdos, en un fantasma. Mi camino me lleva a otra parte, lejos de ellos, de ella, y quizá sea momento de, simplemente, dejarme llevar por su olvido colectivo, desaparecer como he visto desaparecer a tantos, y quizá, con suerte, reaparecer en otro tiempo y lugar, en las vidas de otros, de otra.

Parece mentira. Llevo lo que son años, haciendo daño a personas a cambio de placer, complaciendo sonrisas por sexo, evitando quedarme demasiado tiempo, huyendo de su felicidad y de mi agobio, he hecho daño a tanta gente a la que importo, y sin embargo nunca soy capaz de hacer feliz a quien me importa. A veces siento de verdad que merezco el rechazo. Una suerte de justicia cósmica. Mi dolor por el dolor que inflijo. Sin embargo otras veces me da tanta rabia no poder poner fin a este bucle que desespero y la autoestima se va al carajo, me explota el alma y mi mente sale despedida para acabar estrellada en algún lugar de la nostalgia, entre escombros de recuerdos e imágenes de viejos momentos felices.

Pero estoy bien con todo esto, en serio, sé que asomarse de esta forma dentro de uno puede traer cierta preocupación y angustia, pero la verdad es que lo aquí descrito es una forma muy condensada de algo mucho más diluido en el espacio y en el tiempo, he hecho una agitada pieza musical de lo que en realidad es un prolongado y grave bemol. Pero bueno, cualquiera que me conozca un poquito sabrá que es bastante normal en mi derramarme de esta forma una vez cada cierto tiempo, me ayuda a soltar lastre, y a la vez, pinta el suelo que voy pisando mientras camino.

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