"Soy un vampiro, y tras años y años de experiencia aprendí a soportar la luz del sol, los ajos, y las estacas en el corazón."

~Jack Red

15 septiembre 2014

To learn to feel (Aciertos con piel de lobo)

Tengo esta rara costumbre de sumirme en los retrovisores cuando me quedo a solas en la habitación, como si al cerrar la puerta que me proclama remoto se abriesen las ventanas del pasado, los álbumes de fotos y los viejos cuadernos. La música no es que me ayude a salir del pozo tampoco, pero bueno, después de tantos años respirando la espesa atmósfera de la nostalgia uno aprende a concebirla de un modo distinto, ya no como una enemiga acérrima de la felicidad, sádica y morbosa ramera que pretende desgarrar con sus uñas los deseos, sino como una compañera de viaje. La gente teme y huye de la nostalgia como si sus besos no sanasen. Como si sus dedos, al clavarse en el pecho, quisieran arrancar el corazón y no simplemente acariciarlo. Ella atesora por ti los recuerdos que desechas por despecho, los guarda con cariño y te enseña a no olvidar cuánto los necesitas. Cuando te atrevas a darle la mano, ella besará cual madre tus heridas, y tarde o temprano verás que no son pérdidas sino fuerzas lo que te has llevado, que lejos de haberte roto, has construido una coraza. 

A veces me canso del presente, de la vida académica, de los amoríos corruptos, de todas las obligaciones indirectas, del futuro laboral y toda esa mierda pasivo agresiva, y necesito la paz y la balsámica calma de la reflexión nostálgica. Consiste en eso exactamente, en eliminar la presión pinchándose con la afilada aguja del pasado. Me tumbo en la cama y me recreo en la suavidad de la piel de un hombro ficticio que perteneció a la chica que estuvo justo ahí hace cinco años, le cuento en silencio cómo ha ido todo desde entonces, que aunque presuma de que no, un poco sí que la echo de menos, le digo que ojalá hubiese conocido a una versión no tan imbécil de mí, y le pido perdón de nuevo por no entender aquellas cosas que ahora parecen tan simples. Después nado en sus traslúcidas pupilas, y ella sonríe en su fantasmal silencio poco antes de desaparecer. 

Las únicas lágrimas que vierto son hacia dentro. Ellas limpian todo aquello que hasta entonces ensuciaba mi ánimo, y lo tiñen todo de serenidad. Así que una vez purificado, termino de hacerle el amor a la nostalgia, y es entonces cuando puedo levantarme y armarme de sonrisas, de sol y de nervio, sabiendo que en mi mochila aún hay mucho sitio para guardar instantes, que en mi interior hay vigas de sobra para soportar cualquier daño y que a veces, lo que parecen errores, no son otra cosa que aciertos con piel de lobo.

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