Me pregunta por qué me paso la vida dividiendo los pequeños fragmentos de realidades, y no sabe que la mitad de las veces lo único que quiero dividir es el tiempo y la distancia, a la mitad, o una tableta de chocolate para desayunar. La verdad es que la tercera parte de las veces que pienso ésto lo creo de verdad posible, el resto me lo paso ahogando la mentira en tercios de cerveza. Y no miento si digo que ahora mismo me conformaría con menos de un cuarto de litro de su presencia.
He decidido, al menos hoy, no dar cuartelillo a la memoria y el espacio que ocupa, y agrandarlo todo. Por eso hoy le diría el doble de veces cuánto la quiero, cada dos por tres, pero no lo haré porque sonaría tres veces más agobiante de lo habitual, resultaría molesto, pues ella es de esas mujeres que con cada sonrisa se le multiplican las virtudes, y se le dividen los defectos.
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