un miedo escénico a solas, un cacho dinero, un callo de nadie,
un times square de pijama, una parra de sueños, un bájate,
mi dama de hierro en balcones, mis tronos de aire.
Qué fue de las calles de gatos maullando sin lápices,
qué fue de los buenos humos, qué fue del Jack Daniels,
de los humildes dientes de cobre riendo sin caries,
de la vida que nace llorando por todos sus mártires.
Envidé a las grandes locuras, a las chicas con correfácil,
a las parejas de tres, a las medias naranjas con mi mano más ágil,
me jugué treinta y una caricias a las alas de un ángel,
y perdí como pierden la vida los reos sin cárcel.
Y lloré el azulejo cocina, me salí de frontera,
me pelé el corazón a pedazos de un muñeco de tela,
calcetín en un malo verano, un chaleco de lona,
un turrón de jijona caduco, que huele a cerveza.
Se callaron los mejores hábitos, los niños de fondo,
los nueves de abriles lluviosos, pasados por forro,
las canciones de rap orgullosas de cuarto de baño,
se callaron los ojos de todos tras estos dos años.
Y ojalá que regresen los puedos a este abrigo de lunas,
ojalá que esa estrella esta noche brille como ninguna,
ojalá que la oigas gritar en tus tristes ayunas,
ojalá que la muerte me olvide, sólo tengo una vida,
ojalá me de tiempo a pedirte que entiendas que es tuya.
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Untitled #7 (Dauðalagið) (Canción de la Muerte) - Sigur Ros
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