"Soy un vampiro, y tras años y años de experiencia aprendí a soportar la luz del sol, los ajos, y las estacas en el corazón."

~Jack Red

26 julio 2010

Goodbye

Así me fui, dejando los recuerdos en la cuneta, y la piel de los labios en el asfalto. Era una de esas noches que congelan las ganas y susurran mentiras, una de esas en las que el vaho hipnotiza, y las estrellas relucen recordándote lo pequeño e insignificante que eres. Paré el coche al borde de cualquier acantilado perdido en esta árida geografía, y salí de él con calma, saboreando el metal, marcando mis huellas en la arena, y observé el rastro de polvo levantado que delataba mi rumbo. "Es como si fuese imposible huir del pasado", pensé.

Allá a lo lejos pude ver el motel que acababa de abandonar. Necesitaba verlo desde lejos, una última vez, lo necesitaba, necesitaba ver lo que había hecho, cumplir la mínima penitencia de reconocer el crimen. Encendí un cigarro, entre pensamientos que se batían en duelo, como "no es la primera vez que lo hago", "debería irme", "no se lo merecía". Contemplé a través del denso humo el cartel del motel: Café Neptuno. Un escalofrío no tardó en recorrerme el espinazo, pero logré mantener la compostura, y la mirada fija en algún punto perdido más allá del luminoso establecimiento. Noté ardor entre mis dedos, y no me quejé por pereza, apagué el cigarro, y deshice el camino hacia el descapotable. Me senté tan lentamente como me había levantado, sintiendo el tacto a cuero del volante, y el sonido del motor despertando entre quejidos, normal, eran las cuatro y cuarto de la madrugada. Entre divagaciones recordé que no había guardado la pistola, así que la cogí y la metí en la guantera. Arranqué.

Y así me fui, con toda una realidad hablándome de ella, el marrón café de la arena nocturna, el azul de cielo estrellado de sus ojos, el blanco de luna de un brillo reflejado en el cristal de la barra, y el rojo descapotable, que no dejaba de recordarme toda esa sangre emanando de un agujero en su pecho. 

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